Parece normal que los periódicos adelgacen cada vez que llega el verano. No hay liga de fútbol, la oposición y el gobierno están de vacaciones, y los norteamericanos suelen preferir las temporadas de primavera y otoño para invadir otros países. A veces hay algún incendio forestal en Galicia o algún caso de financiación ilegal de las fiestas conmemorativas de la patrona de algún pueblo. En ocasiones se produce el desembarco en nuestro país de los Rolling Stones, de Bruce Springsteen o del Papa de Roma por haberse incluido alguna ciudad española dentro de su tour mundial. También puede ocurrir que algún toro bravo o algún mercado furioso inflingan una grave cornada en el cuerpo indefenso de algún torero o en el sistemas de prestaciones sociales de algún país. Pero salvo estos casos que comento o algún otro imprevisto no deseado, las noticias en verano brillan por su ausencia.
Este problema afectó también a la televisión antes que el desenfado y la alegría veraniega inundaran la programación de todos los meses del calendario. Hace tiempo el espectador atento podía observar ciertas diferencias entre los programas estivales y los del resto del año. En invierno se intentaba que la cosa fuese un poco más seria, pero al llegar el mes de julio los programadores de la cadena se aflojaban la corbata, se quitaban los zapatos, ponían los pies encima de la mesa y llamaban a Marisa Abad y a Jesús María Amilibia para pedirles una nueva temporada del “Bla, bla, bla”. Luego reponían “Verano azul” y le quitaban el polvo a Ramón García y a su capa española, para que juntos demostraran una vez más ante la audiencia sus indudables dotes de animadores de complejos hoteleros de los de “todo incluido” y presentaran un programa llamado “Grand Prix del verano” que, hay que reconocerlo, acompañaba de perlas al vino tinto con Casera y a las berenjenas de Almagro.
(Abro un paréntesis para comentar que la laxitud veraniega puede afectar también a los blogs gastronómicos. Para comprobarlo no hace falta que se vayan ustedes muy lejos, pues aquí mismo tienen la prueba de que durante el verano decaen en interés y en número los comentarios de los participantes habituales, quienes imbuidos del espíritu veraniego del trago largo y del comentario corto (y quizás también ansiosos de difundir sus ocurrencias a un público cada vez más numeroso) prefieren abrazar la fe de los 140 caracteres. Tendremos que esperar al otoño para ver si se trata de una simple tendencia veraniega o si tenemos que cerrar el chiringuito y decirle a la peña que nos vemos en Twitter. En nuestra mano está.)
Pero mientras que desde los blogs reflexionamos sobre las incertidumbres que nos plantea el futuro, los periódicos encontraron hace años una solución que compensa la ausencia de noticias y el desinterés de los lectores durante el verano. El truco consiste en incluir un suplemento que se llame extra de verano, revista veraniega, cuaderno estival, o algo por el estilo, en el que se hable de cualquier cosa con la condición de que sea absolutamente irrelevante. Se trata de un suplemento que siempre, siempre, siempre se encabeza con una imagen con escenas del mar, playas, olas, palmera, rayos de sol, barcos de vela y gaviotas, y en el que siempre, siempre, siempre se incluye un número exagerado de veces la palabra refrescante o algún sinónimo. Estos suplementos veraniegos se llenan normalmente con fotos de la Obregón en bikini (aunque ahora ya no se yo…) y con noticias relativas a las vacaciones en Palma de la familia real española (te echamos mucho de menos, Marichalar…), y luego se completan con alguna sección que varía cada año como las recetas de Falsarius Chef, las paridas de Joaquín Reyes o el Killer Sudoku. Entre tanta frescura, tanta familia real y tanta parida este año, para variar un poco, El País ha incluido una sección que se llama “Mi primera vez” y que me ha gustado.
Como ya habrán imaginado ustedes, que son sagaces lectores incluso en verano, la cosa consiste en que una serie de personajes conocidos relaten la primera vez que les ocurrió algo, lo que sea. Bien porque son gente de natural imaginativo o bien porque se han estrujado un poco el cerebro, cada uno de ellos ha relatado una experiencia distinta sorteando la fatalidad que hubiera supuesto que todos terminaran contando cómo fue su primer polvo. Aquí cabe de todo: la primera vez que pesqué una trucha, la primera vez que probé los calamares fritos, la primera vez que me picó una avispa, la primera vez que vi a Ginger bailando con Fred, la primera vez que sentí miedo… La primera vez de las cosas que son realmente importantes solo puede tener lugar en la infancia o en la adolescencia, y si como asegura Caballero Bonald es cierto que la infancia y la adolescencia solo ocurren en verano, el recuerdo de la primera vez de casi todas mis cosas me conduce inevitablemente a Cebreros.
Fue en Cebreros, por ejemplo, la primera vez que le arranqué el rabo a una lagartija. Mis padres me habían comprado un cazamariposas como el que Katharine Hepburn le puso en la cabeza a Cary Grant en “La Fiera de mi niña”, solo que más pequeño, o como el que utilizaba el malvado Gargamel para intentar cazar a los Pitufos, solo que más grande, y me habían explicado que se trataba de una herramienta imprescindible en el equipo de todo explorador que se preciara. Es cierto que cacé alguna mariposa con ese chisme, pero fueron pocas. Me parecía una actividad más propia de las chicas y yo prefería destinar mi tiempo y mi cazamariposas a aventuras más intrépidas, como cazar lagartijas en el campo o ranas en la orilla del río Becedas. Yo era un cazador muy valiente y las lagartijas y las ranas eran monstruos antidiluvianos. Aquel verano había visto en el cine (en el cine de Cebreros, naturalmente) “Hace un millón de años”, película que me hizo sentir un impulso inquietante tanto por el bikini prehistórico de Raquel Welch como por los dinosaurios. Esa lagartija era un dinosaurio (enano pero un dinosaurio a fin de cuentas), y yo me quedé un rato absorto sujetando su rabo con mis dedos aún después de que el bicho, mutilado, se escondiera entre las rocas. Ese pequeño acontecimiento debió de significar algo para mí, pues siempre he mantenido viva en mi recuerdo la sensación de perplejidad con la que observaba el movimiento convulso del rabo de la lagartija. Luego aprendí que cuando se ve en peligro, la lagartija se desprende voluntariamente de su cola, para distraer al depredador mientras ella se escabulle y puede así salvar la vida, pero entonces no lo sabía.
También fue en Cebreros donde descubrí por primera vez que me gustaba tumbarme por la noche a contemplar las estrellas dibujadas en el lienzo de un cielo que estaba poco contaminado. Fue el mismo verano en el que se publicó en la prensa que El Lute había sido visto por la zona, noticia que provocó que todos los guardias civiles de los alrededores se pasaran las noches patrullando por los montes y por las carreteras. Una de esas noches, unos guardias civiles nos detuvieron a mis amigos y a mí por entrar en una finca privada a comer higos recién cogidos del árbol. Si exceptuamos el tercer grado al que me sometían con frecuencia los padres escolapios en los confesionarios de la iglesia del colegio, aquella fue la primera vez que fui interrogado por un agente del orden, y aunque pasar la noche encerrado en un calabozo me parecía entonces una heroicidad de la que podría presumir durante el resto de mi vida, lo cierto es que en seguida vinieron mis padres a rescatarme.
Ese verano Luís Ocaña se cayó en el Tour de Francia bajando el Col d'Aubisque. Fue el mismo día en que mis amigos (el mismo grupo de amigos que se iba conmigo de excursión a comer higos) y yo echamos una carrera de chapas en la cuesta que sube desde el bar El Mancho hasta la plazoleta. Ocaña estaba en mi equipo y ese día pude conseguir que ganara la etapa y se pusiera el maillot amarillo. Ese mismo día (o quizás al día siguiente) fumé un cigarrillo por primera vez. Fumábamos a escondidas, nos bañábamos en calzoncillos en el río, nos peleábamos a pedradas, dormíamos la siesta debajo de un árbol y, en septiembre, desafiando a la guardia civil, saltábamos las vallas de piedra que protegían las viñas para arrancar de las vides racimos de uvas verdes o negras.
Aquel verano empezamos a ir con chicas por primera vez:
– Me gusta Susana;
- ¡No fastidies, a mí también!
Y así fue como un día en Cebreros me atusé el pelo por primera vez delante del espejo.
En Cebreros, en una noche de agosto, fue cuando por primera vez una chica me metió la lengua hasta la campanilla. Era preciosa. Recuerdo su cara igual que recuerdo el rabo de aquella lagartija, los bigotes de aquellos guardias civiles o la luz de aquellas estrellas en la noche de agosto. La noche era oscura, los guardias civiles iban de verde y ella vestía un blusón amarillo, del mismo color que el maillot que llevaba Luís Ocaña cuando se cayó en el Tour de Francia bajando el Col d'Aubisque. Era preciosa, repito. Fue ella la que empezó, pero yo cogí el relevo con soltura y, sin haber leído a Neruda, por primera vez la mecí entre mis brazos y luego la besé tantas veces como pude bajo el cielo infinito.
Fue en Cebreros la primera vez que leí un poema de José Agustín Goytisolo en el que se decía que el destino de uno está en los demás, que su futuro es su propia vida y que su dignidad es la de todos. El poema decía también que la vida es bella y que a pesar de los pesares tendremos amigos, tendremos amor. En Cebreros también escuché por primera vez algunas canciones-pesadilla como “Soy un truhán, soy un señor” o “Tómame o déjame”, y así me di cuenta de que la poesía podrá ser un arma cargada de futuro, no lo niego, pero también puede ser la confesión de un mujeriego gilipollas o el lamento estúpido de una mujer sumisa.
El primer vino que probé en mi vida fue el de Cebreros. En Cebreros tomé mi primer café, mi primer cubata y mi primera bolla. La bolla es una barbaridad dietética que mide un palmo y que se hace con aceite, azúcar, harina y anís molido. Yo solo he visto bollas en las panaderías de Cebreros cuando mi madre me mandaba a comprar hogazas de pan candeal o pistolas para el bocadillo. Entonces no sabía por qué se les llamaba pistolas a las barras de pan y hoy sigo sin saberlo.
En Cebreros aprendí a jugar al dominó con Rafa, con Jaime y con el señor Rodea, quien se pasaba el día dormitando en una caseta de madera que estaba situada frente al bar de Ángel y al surtidor de gasoil. Una noche, en Cebreros, vi como el hombre pisaba la luna por primera vez. También fue allí la primera vez que me jugué el dinero, la primera vez que sentí celos y la primera vez que me dieron de hostias. En Cebreros vi por primera vez la muerte dibujada en el rostro de una persona que tenía cáncer y que se iba a morir, y por primera vez me di cuenta de que si alguien se muere ya no lo vuelves a ver nunca más. En los veranos de Cebreros pasé de la infancia a la adolescencia y de la adolescencia a la edad adulta. Estaba en Cebreros el día en que Adolfo Suárez fue elegido presidente del Gobierno por el Rey y el pueblo entero se volvió loco de alegría y de alcohol. Mientras corríamos entre barriles de vino persiguiendo la sombra de las muchachas en flor, me contaron que un amigo con el que jugábamos a las chapas y que arrancaba con nosotros los higos de las higueras y los racimos de uvas de las vides había sacado la cabeza por la ventanilla de un coche en marcha y se había matado en el acto. Fue el mismo verano en que otro amigo de chapas, de uvas y de higos nos mostró de pronto una jeringuilla provocando con ello que todos los presentes tuviéramos que tomar una decisión que luego resultó ser de vida o muerte.
He vuelto a Cebreros después de muchos años. El pueblo no es el mismo ni yo tampoco. Entonces en la orilla izquierda de la carretera que baja hasta el pueblo solo estaban el cuartelillo de la Guardia Civil, “Todo por la Patria”, el puesto de la Cruz Roja y las Escuelas. A la derecha, uno de los monumentos más interesantes del pueblo: la fuente del Chorrito, donde nuestras madres llenaban barreños de agua cuando todavía no llegaba el agua corriente a las casas del Mancho. Más abajo, en el cruce que lleva al pantano de El Burguillo, estaba la Iglesia Vieja y, más allá, las bodegas de Benito Blázquez donde se hace el vino Perlado. El resto eran viñas, huertos y eras de trilla. Hoy todo son casas, casas feas. La Iglesia Vieja ha sido vallada y restaurada para albergar el “Museo de la Transición”. Ya no está la vieja caseta de madera del señor Rodea. Ya no hay labradores que vayan a trabajar al campo a lomos de mulas marrones o de pequeños borricos que rebuznan al aire al salir del pueblo. Tampoco se ven ya a aquellos hombres de rostro arrugado y boina negra que liaban un pitillo mientras charlaban sentados en los poyetes de la iglesia esperando a que la mujer saliera de misa. Ya no hay tabaco de liar ni mujer en misa a quien esperar. La verdad es que a misa ya no va ni Dios. Busco detrás de la iglesia a aquellas viejas mujeres que se cubrían el pelo con un pañuelo negro y que pesaban tomates en viejas romanas. Tampoco las encuentro. Alguien me dice que si quiero tomates me vaya al supermercado.
Salgo otra vez a la plaza. El bar Jaime se llama ahora La Taberna de Luiggi. Siguen abiertos el Amistad y el Madrid. Cuando éramos críos al bar Amistad solo entrábamos para mear, pues se decía que tenía los aseos más potables de todo Cebreros, lo cual tampoco era decir mucho. En el bar Madrid he entrado más veces, pero solo porque allí se vendían los billetes del coche de línea para Madrid antes de que abrieran la estación de autobuses en la carretera de Toledo. Entre el bar Amistad y el bar Madrid han abierto un Burger. Me cuentan que han abierto también una taberna vasca en la Plaza del Altozano y un Hotel Escuela cerca del campo de fútbol. Las escuelas de hostelería que conozco parecen academias de arte donde los pinceles y las pinturas han sido sustituidos por biberones y por hilos de reducción de vinagre balsámico. Arte en el plato. Nosotros preferimos ir al bar Tropezón, principalmente para mojar pan en la salsa de un plato de mejillones a la cebrereña que no justifican ningún viaje ni nada por el estilo, pero que tampoco nos va a pasar nada malo por probarlos. Hoy en Cebreros no se debe comer bien en ningún sitio, pero cuando yo era niño recuerdo que el escalope era Findus y el chorizo Revilla. Algunas señoras tenían buena mano en la cocina pero ya se han muerto.
Busco recuerdos y encuentro edificios de pisos donde antes había casas encaladas de techos de teja que ya han sido derribadas. En Cebreros para ver las cosas que merecen la pena hay que irse de excursión por los alrededores: la Picota, el puente de Valsordo, el pantano de El Burguillo, los toros de Guisando y a media tarde subir al puerto de Arrebatacapas o al Castrejón y sentarse entre vides y pinos a contemplar el valle del Alberche. Se hace tarde. Comienzo a recitar “Palabras para Julia” pero se me ha olvidado. En la panadería no hay bollas. Los guardias civiles no llevan bigote. No hay estrellas en la noche de agosto. Tampoco veo a ninguna chica vistiendo un blusón amarillo.
82 comentarios:
Pues de los alrededores de Cebreros son los vinos catados por Elmundovino en su cata de vinos de Gredos.
Añado a la lista -creo que no aparece- La Bruja Avería. El 2009 estaba bien bueno y a un precio bastante razonable. Es interesante observar la política de precios que han marcado las bodegas interesantes de la zona, con vinos en gamas de precio muy altas.
Y dado que Chiclana es un desastre astronómicamente hablando, solo tengo que decir que me parece obsceno ver en los buffets platos llenos de comida que quedan sin tocar. Puede que no sea lo mejor del mundo, pero yo cobraba lo que el personal desperdicia.
Precioso texto.
Pero no sabía que Numeritos era heroinómano.
Muy buen artículo Numeritos, pero Ocaña se cayó bajando el Col de Menté.
Holden, Ocaña se caía todos los años.
Gran post, Numeritos. Curiosamente, he estado en Cebreros el pasado fin de semana. Eran las fiestas de agosto: mozos borrachos, encierros de toros y carteles de la Virgen de Valsordo en las ventanas. Por la noche la vaquilla del aguardiente. Chupitos gratis de aguardiente en el centro de la plaza, aunque para conseguirlos hay que sortear las embestidas de una vaquilla. Los jóvenes se agrupan en peñas y llevan camisetas de colores con su nombre, como si fueran la juventud del Papa: “Los tronchamozos”, “Bebemos mucho whisky” y “Voi to peo”, son los nombres de algunas de las peñas.
Y me he acercado a la panadería La Piñonera (la que está al lado del bar Tropezón) a preguntar por las bollas. Sí que tenían. Antes las bollas eran un producto estacional, como los fresones, y solo se hacían en mayo, coincidiendo con la Romería. Los fieles bajaban a la ermita de Valsordo a comer, a beber y a pasear a la Virgen. Después, una misa, unas jotas cebrereñas y una partida de mus. A eso de las cinco de la tarde las mujeres entraban a la ermita a rezar el rosario. Los hombres se quedaban fuera envidando a grande. Los hombres solo rezaban si habían hecho alguna promesa: “Virgencita mía, si el chaval aprueba las matemáticas bajaré a la ermita a rezarte el rosario”. Después del rosario, bollas para merendar, un paseo por el campo y a casa.
Alguien me puede decir algo del Restaurante del Convento de Boadilla.
Adicionalmente, también se agradecerían recomendaciones en Boadilla and surrounding areas.
El autor se pregunta -con razón- por el sentido del blog. A mi me sigue gustando leer textos largos y bien escritos, como este. Y estoy deseando que Espeto nos cuente de Rochat sin tener que medir caracteres.
Oportuno tirón de orejas. A ,í el Twister me parece divertido para recoger información pero va demasiado rápido para mí y no soy capaz de mantener una conversación con nadie. Prefiero sentarme aquí a escuchar las historias de los viejos del lugar (como en este caso).
A mí también me gusta leer textos largos aunque no entiendo muy bien porque en todos ellos tiene que aparecer el saltimbanqui. Quizás es que al final Numeritos sí que probço alguna sustancia y se quedó un poco pillado.
Fuerabromas, muy bonito. Se agradece.
Y, como el mamón del Sr. Administrador de este sacrosanto blog me la ha vuelto a jugar, pongo aquí el pequeño adelanto de Suiza que se ha quedado colgado al final del post anterior:
Carlos, ese Miramar te lo dije yo, pero de oídas. Me han hablado bien de él pero a un servidor le cuesta salir de El Paraíso o La Plazuela. Me alegro que el experimento haya salido medio bien.
Vengo emocionado - y arruinado - de Suiza. Para empezar tienen unos vinos que en muchas ocasiones tienen poco que envidiar a sus vecinos del otro lado de la frontera. Los Ermitage (sin H) elaborados con Marsanne son una pasada y la chardonnay se trata con acierto. Además, alguna uva autócotona intersante sorprendentemente parecida a la albariño. Lo malo es que lo saben y cargan los precios tanto como con los vinos extranjeros. Ya os daré detalles.
Por lo demás, como decía ayer por el Twister, el Hotel de Ville-Philippe Rochat ha sido, quizás, la mejor experiencia gatronómica de los últimos tiempos. Costará mucho superar esas cuatro horas de hospitalidad, servicio, cocina y producto. De hostelería con mayúsculas.
Además, muy buenas experiencias en el clásico Auberge du Lion d'Or de Ginebra y en el Rasoi del Mandarin Oriental, la primera sucursal fuera de Londres del primer cocinero indio que obtuvo una estrella michelín.
En los blogs de Numeritos, Fred Astaire es como el imperio austrohúngaro en las películas de Berlanga, una referencia obligada.
Y si le vuelves a llamar saltimbanqui, te prometo que te regalo "En alas de la danza" por tu cumpleaños.
Espeto, como miembro ilustre del blog, te agradeceremos que nos dejes aquí también la descripción pormenorizada de tu estancia en el Hotel de Ville-Philippe Rochat. Puedes centrarte en tu actividad en el restaurante. Gracias.
Numeritos, interesante post.
Espeto, ¿en Basilea no has estado?
A mi twitter me aburre una barbaridad. No me entero de la mayoría de las cositas que se dicen Kalakahua y Lagerun; Arola me cae como una patada en los huevos; Malinche razona como un jefe indio de las tribus del Manzanares; Melitón necesita más espacio para poder explayarse; mis seguidores no me siguen a ninguna parte; yo me he hecho seguidor de Sergio Ramos y de David Bisbal, pero estos chicos parecen tontos. Y, para colmo, lo mío con Kimberly no funciona.
Un par de apuntes aqui en la costa del sol (y su peligroso resol):
- Pasada rápida por ALUMBRE, en Malaga centro (c/strachan) donde Jacobo Vazquez (ex-Skina) ha apostado por un modelo tipo La Moraga pero (en mi opinión) con más cocina y fundamento detrás. La carta de vinos está por que la media de este tipo de sitios. Espero que una vez pasado el verano siga consolidandose y se convierta en una referencia.
- Después de un tiempo, comida en GIROL. De mis mejores experiencias alli. Aunque no soy objetivo con esta familia (aqui nos vinimos con mi hija tras su bautizo este mismo año), la merluza con arroz calodso y el ajoblanco con naranja cahorreña demuestra que Juanjo está insipirado. Espero que le dure, y espero que aguanten la indiferencia en una zona de turistas 3P (paseo, pipas y playa)
ah, para los amantes del vinaco recomiendo la lectura de "reading between the wines", the Terry Thiese. Casualmente me lo llevé de vacaciones a Alemania mientras aprendía sobre Rieslings y la verdad no podía haber elegido mejor compañia para tal misión...
Saludos
Tempranillo,
después de leerme durante siete años los catálogos de Champagne y Alemania de Mr. Theise, debo decir que el "Reading Between the Vines Kindle Edition" me pareció un truño y que no pude pasar del 18%.
Lo cual no quiere decir que a alguien que no se haya leído sus catálogos con devoción no le pueda parecer un libro fascinante.
Algo parecido me ha ocurrido con el Making Sense of Wine de Matt Kramer (éste en papel), que me ha parecido aburridísimo y lleno de topicazos, como me ha ocurrido en alguna ocasión con los libros que recopilan artículos cortos previamente publicados en diarios o revistas. Y aquí podría traer a colación mi opinión sobre Pla, pero la voy a dejar correr para que no digan que soy siempre-negatifo ;)
Confieso que a veces soy cuerdo y a veces loco
Emiliano, m'ha encantao.
Precioso texto. Me ha encantado. Se recomienda leerlo con la BSO de Verano del 42 de fondo.
Licenciado, a Basilea no he llegado. Apenas he tenido un par de días para dar una vuelta por Ginebra y hacer una excursión hasta Lausana. No es que haya dado con bares espectaculares pero en general el tema se cuida. Buenos cócteles el el FloorTWO del Grand Hotel Kempinski aunque el ambiente es algo fashion y ruidoso para mi gusto. Más tranquilo para tomar una copa el Senso Lobby Bar. Y en Lausana, imprescindible el LP Bar del Lausana Palace. Aquí sí, Bellinis tremendos y cositas más serias y bien servidas.
Tempranillo, lo curioso de Juanjo es que sea capaz de evolucionar sin contar con una clientela un poco estable. Lo sigue intentando al menos.
Me apunto ese Alumbre. A Jacobo le había perdido la pista tras el cierre del bar que montó en Marbella.
Lo decía más que por las copas, por el restaurante Bruderholz, más conocido como "Stucki". Un antiguo tres estrellas bajado a una o dos (no recuerdo) tras la muerte del cocinero Stucki hace unos años, donde se come genial y es bastante menos caro de lo que uno podría esperar de Suiza.
Yo voy a Basilea la semana que viene, pero no me da tiempo a acercarme.
Aunque sea en 140 characters, ¿alguien me puede decir algo del Convento de Boadilla? No me interesa la Historia, sino el restaurante.
Merci.
Qué pesadito estás con El Convento.
Holden, ¿Es reunión de grupo, o sea catering o vais al restaurante? En el segundo caso te puedo hablar de una experiencia antigua, hará unos dos años. Cocina muy clásica -eso que llaman ahora cocina de mercado-, entorno bonito -es lo que marca la diferencia-y buena carta de vinos nacional. No me pareció un mal sitio, pero tampoco haría el viaje desde Madrid para comer allí. Recuerdo que me pareció lo que deberían ser los Paradores.
Recuerdo que un afamado cocinero andaluz nos contaba en su día sus cuitas con un todavía más afamado y dicharachero crítico gastronómico que le afeaba llamar pargo al bocinegro.
Puede que en otras zonas el bocinegro sea otra cosa -seguro-, pero aquí en Cádiz es el pagrus pagrus, o sea, el pargo. Uno de los pocos placeres gastronómicos de primer nivel que uno puede encontrar en Sancti Petri, es comerse un bocinegro a la plancha y hoy hemos encontrado un ejemplar bien fresco en el Manguita, donde hay mucha vulgaridad y alguna joyita en la nevera -pocas, la verdad.
A la espera de darle un tiento a Conil esto es lo que hay por aquí. Por cierto, Weirdo debe pasarlo fatal viendo las cartas de los restaurantes de costa. Izadi, Marqués de Cáceres y Barbadillo son la tónica.
Mi última experiencia en el Manguita fue de no contar, más floja que un puñado de pelusas. Ese día todo, absolutamente todo, era vulgaridad.
Según entramos ayer, serian eso de las dos menos cuarto, veo a los camareros tomando un cafe en la entrada y les pregunto "¿Se puede comer?", a lo que la respuesta fue "vamos a intentarlo".
D. Carlos, es usted un masoquista.
Que yo sepa el bocinegro es un tipo de pargo, de los muchos que hay. En Barbate me explicaron que su única peculiaridad es ese hocico negro que se debe a que se alimenta en el fondo de anemonas y cosas así, que tiene la carne más firme porque vive a mayor profundidad y que se pesca principalmente en la fosa que hay frente a las costas de Conil y Barbate. Luego vaya usted a saber que parte hay de leyenda.
LV, no conocía Bruderholz pero me lo apunto por si alguna vez paso por allí.
Por otro lado y, aunque no estoy muy seguro si ya lo he preguntado alguna vez, alguien sabe si Belmondo abre por las tardes?
No he dicho nada. Ya he encontrado los horarios de Belmondo.
Tiene razón el autor del post. Qué mierda de vida, coño.
Diríamos la reacción de Casa Santoña a la entrada de Capel en su blog sobre el fraude en las anchoas. Amenazando con tomar acciones legales, si no rectifica públicamente.
Es que el publireportaje de Nardin manda pelotas.
Capel cada vez me recuerda más a los viejos revisteros taurinos. El editor no les pagaba un puto duro, pero tenían que vivir de eso.
Yo he comido las 000 de Casa Santoña amablemente invitado por el autor del post y no sé si estaban planchadas o no, pero lo que es verdad es que le llenan a uno de gozo y te olvidas de lo cambiado que está Cebreros, de la crisis, de la sanción de Mourinho y de todo lo que quiera uno olvidar.
Vamos allá con Ginebra:
Empezando por uno de los grandes clásicos de la ciudad, LE LION D’OR. Quince años llevan Gilles Dupont (francés) y Thomas Byrne (irlandés) – el dueto de cocineros que comanda los fogones – al frente de este elegante restaurante de Cologny, una de las zonas residenciales más codiciadas de Ginebra. Muy en la línea de lo que en Madrid entenderíamos por “mesa de poder”pero con una marcha más en la cocina. Tanto el sobrio comedor de invierno como la agradable terraza de verano gozan de unas vistas estupendas sobre el lago y la ciudad.
Dupont y Byrne practican una cocina sencilla: buen producto - lujoso en ocasiones - , preparaciones elegantes y frescas, con salsas y aderezos ligeros, y presentaciones muy cuidadas. Todo ello destinado a contentar a un público de nivel alto que busca comer bien sin prestar demasiada atención a lo que come. Aquí es mejor dejarse la creatividad en la puerta. Tras un correcto aperitivo – una croqueta de queso de cabra con un guiso en frío de judias canellini a la provenzal – comenzamos nuestro menú con un agradable carpaccio de lubina – paradójicamente, la gran especialidad de la casa – con berberechos y un innecesario tobiko acompañado de una tostada con tapenade. Francamente bien el langostino salvaje con un tajine suave de verduras y espléndido el magret de pato – vaya diferencia de calidad con el que habitualmente sufrimos – con melocotones asados, almendra tiernas y unas deliciosas chantarelas. En la parte dulce, postres agradables y frescos: un sorbete de melón con gelatina de verbena y un helado de albaricoque con vainilla de Tahití y nougatine.
Muy buen sumiller, deseoso de enseñar lo que los vinos de la zona pueden dar de sí, que es mucho. Empezamos por una copa de champagne Deutz que se trajo a la mesa ya servida, a la mode français (¡me rindo!). Después un muy buen Domaine Le Grand Clos 2008 Empreinte, un blanco de la zona de Ginebra elaborado a base de Muscat, Sauvignon Blanc y Chasselas (una uva que en mi opinión guarda cierto parecido con la albariño). Fresco, mineral y con una buena acidez. Con los postres, un magnífico Jean-Pierre Pellegrin Domaine Grand Cour Noble 2007 de la zona de Peissy del que sólo se elaboran 300 botellas al año, con una nariz tremenda pero ligero en boca, con ciertas similitudes con los dulces del Loira. Terminamos la fiesta con un armagnac de categoría, el Chateau de Laubade XO.
El servicio, tremendamente educado, se resintió en ocasiones debido a un par de mesas grandes con celebraciones familiares que obligaban a ciertos pausas en el ritmo. Aun así, cumplió con creces. Especial mención para un jefe de sala atento y colaborador que supo suplir esas ausencias puntuales del servicio. Una muy buena experiencia en general. Si hay que poner alguna pega, la factura final es alta. Algo que, por otro lado, es aplicable a la práctica totalidad de los restaurantes suizos.
Y mientras tanto... Adria busca incansable ideas para su fundación en China
Las triple 0 de Santoña son uno de los veinte mejores productos españoles que recuerdo haber catado.
¿Belmondo as in Belmondo, el bar madrileño del viaducto? Me alegro de que gente con criterio empieze a frecuentarlo. Es muy bueno.
Entre el Clos Mogador 2002 y el Blecua 2003, el ganador fui yo :) Eso si, me pareció que el Mogador reflejaba la tierra que lo parió, mientras que el Blecua es un trabajo de orfebrería hecho para durar y durar...
Hoy me he ido de excursión a Lieja y alrededores, a visitar ispc (www.ispc.be), donde me he hecho la tarjeta de comprador. En la saca, mil y una cosas, sobre todo carnes al vacío, foie, arroz bomba, pechugas de pichón, magret de canette, setas secas, embutidos, sal en escamas sola y con boletus (ésta de La Chinata), mancheg, idiazábal y cabrales, vinagre de Jerez, etc. Además una sartén de acero en la que se especifica que debe lavarse en agua caliente, frotarse con un cepillo, y curarse friendo 2 veces mondas de patatas para finalmente calentar aceite una tercera vez.
Y en cuanto a vinos, he ido de tintocentrismo y españolismo total, pasando por ad bibendum a la vuelta paracompletar. La lista ha sido:
Molino Real 2001 Málaga
Orben 2006
Salbide 2008
Altos de Lanzaga 2001
Valdeorras Castelo Papa mencía 2009
Bierzo BZO roble
Can Blau Montsant 2005
Martinet Bru 2004
Atteca Viñas Viejas 2009
Garnacha de Fuego 2008
Predicador 2006
Edetana tinto 2007.
Salvo que estés en Boadilla, prescindible el Convento. Y el resto de los restaurante que conocí allí.
Si estás y no tienes escapatoria, pues una comida correcta con alguna veleidad modernista de no sé si quiero, amago y ni pego ni puedo.
Joder, Txangu, digo yo que llevarás una fregoneta cuando vas a hacer la compra. O eso, o el trailer.
A Adriá en China se le puede aplicar eso de "que lleves tanta gloria como paz dejas..."
La triple 0 de Santoña es un producto tan indiscutible como Messi. Lo que no entiendo es que Capel se meta en esos berenjenales a sabiendas de que le van a sacar las vergüenzas de sus intereses comerciales. Se ve que le va la marcha.
Espero que sepan ustedes disculpar lo farragoso del comentario que viene a continuación pero se hace bastante difícil tratar de explicar la complejidad de algunas cocinas:
Por otro lado, RASOI. Vineet Bathia fue el primer cocinero en conseguir una estrella para un restaurante indio, el Zaika londinense, estrella que repitió más tarde con la apertura de su nuevo restaurante, Rasoi. Este de Ginebra es su primera aventura, más allá de algún asesoramiento, fuera de la capital británica y para ello ha elegido el lujosísimo Mandarin Oriental. Un espacio muy moderno, con un espectacular horno tandoori en la entrada dentro de un cubo de cristal que sirve de introducción a un comedor bien montado, pequeño y con las mesas demasiado juntas.
La visión de Vineet de la cocina india es muy imaginativa, con preparaciones efectistas y presentaciones muy atractivas, aunque con algún exceso creativo y demasiada complejidad a la hora de componer ciertos platos. Entrando en materia, ricos papadums caseros y sólo regulares los panes que se sirven erróneamente antes y no durante la comida: bien el de ajo y perejil, curioso el de tomate seco y pesado y grasiento el de queso. Comenzamos el menú – convenientemente ampliado – con un muy buen plato de aperitivos tandoori: la vieira con “polvora”, lo más flojo; el pollo tikka y el pollo a la mostaza roja y el cordero pasanda, espléndidos todos ellos aunque extrañamente acompañados de una raita de cangrejo. Sinduda estamos ante un verdadero maestro en el arte del marinado y en la dosificación de las especias. Continuamos con la fantástica sopa de agua de tomate picante acompañada de un rape tandoori en costra de espinacas y una espuma de cúrcuma, coco y jengibre. Mucho peor un pollo glaseado con tinta de calamar y láminas de oro, croqueta de paneer y chaat de pollo y verduras, efectista e intrascendente. Recuperamos la mejor senda con un buen bogavante con especias de Goa, una riquísima pana cotta de chile y coco y su pinza crujiente rebozada con fideos.Un plato rico aunque con los diferentes elementos poco integrados entre sí. Terminamos la parte salada con el mejor plato de la noche: la chuleta de cordero (de Limoges, extraordinario) marinada con un kichdi – una especie de risotto que se liga con yogur – estilo biriyani, samosa de cordero y lima y salsa rogan josh. Brillante. Aplausos para los postres, quizás los mejores que he comido en un restaurante indio: tanto para el helado de pistacho y menta sobre un bizcocho especiado como para el riquísimo brownie de chocolate, avellanas y comino con un helado de cardamomo tostado y una sopa caliente de nuez de coco.
Por lo demás, un personal muy amable que se deshace en explicaciones, aunque por momentos pierde el ritmo de servicio y sufre con el comedor lleno. Del sumiller, más bien poco colaborador, mejor prescindir. Pinchamos con su recomendación de un Louis Bovard Dezaley Grand Cru Medinette 2009, un Chasselas demasiado joven y con una acidez excesiva. Algo mejor un correcto neozelandés, el Wild Rock Sauvignon Blanc 2009.
En definitiva, un buen restaurante que ofrece una visión mucho más moderna de la cocina india actual. Da toda la impresión que con dos o tres ajustes podría ser mejor. Como imaginan, precios altos.
Por lo demás, unos breves apuntes sobre Ginebra y aledaños:
Existe un mundo más allá de Lindt y compañía. En Ginebra hay excelentes tiendas para hacerse con los mejores chocolates: Auer, Chocolaterie du Rhone, Laderäch o Philippe Pascoët. Para delicatessen y quesos, Globus.
El mundo de la coctelería está bien representado en la ciudad. Muy buenos los cócteles – buen americano y decente Manhattan – del FoorTWO en el hotel Kempinski o en el MO del Mandarin Oriental. Más flojo el afamado – y permanentemente de moda - Arthur’s Rive Gauche. En Lausana, imprescindibles los Bellinis del LP’s Bar del Lausana Palace.
Merece la pena explorar los blancos suizos. Además de los mencionados, elaboran chardonnays estupendos que pasarían sin apuros por sus vecinos franceses. Me gustó mucho un Les Perrieres 2009 de Peissy.
Espeto, porque no tengo tráiler, que si no...
El Can Blau 2005 de ayer estaba fenomenal, por cierto.
Y ahora, a recoger mi pedido de Nespresso y luego a ver a los Schtroumpfs, hala.
Espeto, te honra pedir disculpas por tu comentario tan farragoso.
Esperamos las tuyas por ser un personaje tan farragoso.
Ya que en medio de su farragoso discurso Espeto saca el tema de los chocolates, aprovecho para emplazar al autor del post (que se debe haber vuelto a Cebreros, by the way), a ir a cenar un día al Txa-Tei, japonés que yo descubrí aunque todo el mundo quiera apuntarse la primicia. Tienen una tarta de chocolate de postre que se te caen las bolas.
¿Y porqué al autor del post? Pues porque el autor del post no es un gourmet. Es tragaldabas.
¿Y porqué digo que es un tragaldabas? Porque el muy cabrón es un goloso de padre y muy señor mío. Estamos todos los gourmets en torno a la mesa mirando con desgana el postre y el autor se lanza a por él como si no hubiera mañana.
Me inmiscuyo en el farragoso diálogo de Numeritos consigo mismo, para decir que el autor del post no se, pero que yo sí que me apunto a que se me caigan las bolas con esa tarta de chocolate. Prometo lanzarme sobre ella como si el mañana no existiese.
Pues Ayer gracias a Espeto, estuvimos comiendo en GIROL. Como resumen decir que la única pega es que esté tan lejos de Madrí.
Se come de maravilla y se bebe muy bien dentro de lo que da el bolsillo. Pierre peters cuvee reserve GC.
El servicio es lo siguiente a fantástico. Cuanto deberían aprender alguno de los famosos jefes de sala de los madriles.
El precio muy bueno.
Si vienen por estos lares no lo duden.
By the way, fui yo quien descubrió Txa-Tei, aunque nunca he estado.
Yo fui por primera vez a mediados de agosto. Pregunté a la camarera: "¿Ha venido alguno de estos?" y me dijo: "no". O sea, que claramente lo descubrí yo.
Hace ya algún tiempo desde que estuve en Rasoi en Londres. Me dejó bastante frío, técnicas francesas aplicadas a la cocina india.
Lo de las anchoas, incomprensible. También diré que los de Casa Santoña no contestaron al correo que les puse sobre la cuestión. De toda la suerte de explicaciones que han dado a sus clientes ha mí me ha tocado la versión minimalista.
Pero vayamos a lo importante. ¿Cuál es el messenger de la chica del blusón amarillo?
EL Valdeorras Castelo Papa me ha parecido una castaña.
Ayer nos tomamos unas sardinas de la marca blanca de prestigio de un súper de por aquí. Cosa fina, fina. AOVE, fecha de pesca, de envasado y ¡nombre del barco que las pescó!
Pues después de una semana desastrosa en lo gastronómico y muy relajada en todo lo demás, vuelvo a casa par decir que el autor y Numeritos tienen razón: la vida es una mierda.
Dicho esto hoy me he parado en el Bar-Restaurante Las Majadas de la N-V a comer.
Buen jamón, me pareció que con mucha bellota y esa curación tan especial del ibérico extremeño, un rabo de toro muy graso y una moraga de secreto -secreto cortado en tacos muy finos y asado/frito en aceite con ajo- también muy grasa.
La próxima vez me centraré en algún platito de cerdo que no pase por la cocina.
Dicho esto, elogiosa crítica de Capel a Aponiente, restaurante donde estoy seguro Emiliano pasará un buen rato en unos días. Creo que es la tercera crítica de Capel a un restaurante. Juraría que algo muy extraño.
Y para ver si me recupero de la sobredosis de Barbadillo y Marqués de Cáceres, me he traído el buen Tondonia 2001.
Por desgracia en el súper, por falta de ventas, han decidido quitar todos los vinos "caros", así que la penúltima botella.
Es muy posible que si a la camarera de Txa Tei le preguntas si ha ido ya el toro Ratón te diga que sí muy sonriente.
Ayer tomamos unos arroces de categoría en Casa Benigna.
Y hoy querría ir a comer a algún asador que esté en los alrededores de Madrid. Resulta imprescindible que tenga terraza para que una multitud de tiernas criaturas puedan correr libremente cual potrillos salvajes por las verdes praderas.
¿Alguna sugerencia?
El Mesón de Fuencarral, por ejemplo.
Hola!
Habeis probado la carne picada de Mercadona de vacuno?no tengo experiencia me parece rica;la estuve comparando con una que compre por internet ecologica y tal de Bioastur;y que quereis que os diga me parece que tienen el mismo nivel,pero diferente precio...
Que carne picada me recomendais que vendan en supers?
Gracias!
Capel empieza a entender lo que pasa en Aponiente. En la crítica del pasado año metió caña creo que de manera incomprensible. Y nadaba contracorriente, por lo que supongo que se ha animado a hacer una tercera crítica.
Ángel le ha dado siempre mucho juego en Madrid Fusión. La novedad de esta próxima edición promete ser entretenida.
D. Liga, anímese a ir. Seguro que le gusta.
Esta mañana en twitter entretenido debate gastro. ¿Existiría la posibilidad en algún formato de blog de incorporar comentarios tuiteros? No todos, pero sí los de común interés. Como pueden apreciar, en informática y computadores estoy puesto.
Capel no entiende nada.
Melitón, Ángel León es un grandísimo cocinero, pero Capel es un desastre. Lo es su blog, el estilo, las faltas de ortografía y la vulgaridad que destila. Me aburren sus acusaciones encubiertas y la publicidad bajo cuerda, especialmente cuando echa basura encima de la industria alimentaria española.
Además la erudición que se le supone se viene abajo cuando habla de tripas de pescado guisadas y ni siquiera menciona a quien las introdujo en la alta cocina española, Santi Santamaría, y desde lejos se me ocurre que Nacho Manzano hacía ya el año pasado un plato similar. En el mejor de los casos será ignorancia.
Me gustaría introducir parte del debate de twitter aquí, pero no es fácil. Por otro lado hay que verle el lado bueno al blog, este comentario tiene ciento cuarenta y tantas letras.
Carlos, ni idea de lo que dices de las tripas de bacalao de Santi Santamaría o de Nacho Manzano.
Por lo demás, amén.
Por lo demás, estoy de acuerdo con Numeritos, con Ligasalsas y con el autor del post: la vida es una mierda.
Me disculparán Emiliano, Ligasalsas y Numeritos, pero no estoy de acuerdo con ellos: la vida no es una mierda, la vida es una tómbola (y aquí quedaría cojonudo un enlace Youtube a Marisol, pero el a/ref que Dios confunda no lo tengo en mi .
Acaba de marcar un gol el atleta portentoso. Igual algo de mierda sí que es la vida...
La vida es una tómbola, tom, tom, tómbola,
Gracias, @Emiliano.
Che, nano, lo del arroz "de categoría" te ha quedado d'alló més valencià.
Que te diga Holden, Fartón. Arroces de categoría, o sea, de puta madre. A los fogones, Norberto Jorge. Un crack.
Cuando vengas a Madrid, chulón mío, te llevamos a Casa Benigna y te lo demostramos.
Pensando en lo que comenta Irene respecto a la carne picada de supermercado, la primera impresión es la de evitar las carnes picadas de supermercado (siguiendo la lógica que tan bien explica McGee).
Sin embargo, quizá precisamente esas carnes picadas pre-envasadas y protegidas en atmósfera protectora han sido manipuladas (troceadas, cortadas y picadas) en un ambiente mucho más higiénico que el de cualquier carnicería por escrupuloso que sea el carnicero.
Con lo cual, no sé qué recomendar. (Yo compro carne de añojo en filetes gruesos, recién cortados, luego lo pico a cuchillo con la precaución de haber pelado antes el filete).
Mi arroz de esta noche: sobre una base de grasa de magret de pato criado para foie en el suroeste y tal y tal, 4 pechugas de pichón heavy, retiramos, luego dos de canette, retiramos, luego ajo y setas (rehidratadas de esas que crecen a en los árboles, han dado sabor y se han ido a la basura) además de boudines noires (usease semimorcillas) y el arroz.
Caldo de las setas, romero, tomillo, pimienta blanca, desgrasamos, 6 minutos antes reincorporamos magrets y 3 después les damos la vuelta y ponemos los de pichón.
Con el Martinet Bru 2004 (¡fino, fino, impresionante!, abierto 3 horas antes), mañana me reincorporo yo más contento que un ocho.
Yo haría lo que Pisto (picar los filetes a cuchillo) si no apreciase tanto mis dedos. Me montaría una carnicerïa en los dátiles de las de verdad. Y muestrarios como los que llevo en la mano quedan pocos en esta tierra otrora país y hoy land, que lo he leído en el Twitter, fuente de sabiduría y conocimiento... (ahora quedaría de lujo un enlace con la canción de Woody Guthrie this land is my land, this land is tour land... -o al revés- aunque no sea alemana).
Buenas noches y buena suerte.
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