En la cabeza de todo aficionado a la gastronomía – un americano, tan práctico él, diría foodie y se ahorraría diecicocho letras – existe un destino ideal, un lugar que cumple con todos sus anhelos y que atesora todas las virtudes del perfecto restaurante. Aquel en que nos tratan como príncipes desde que entramos por la puerta y donde damos rienda suelta a todas nuestras fantasías gastronómicas. Muchos encontraron su El Dorado particular en la Cala Montjoi, otros unos kilómetros tierra adentro en el feudo de los Roca, los menos en medio de una campiña vasca, entre viñedos californianos o en un muelle de la zona portuaria de Copenhague. El mío, ahora lo sé, se encuentra a una decena de kilómetros de Lausana.
Vislumbrar esa casita en el centro de Crissier te hace sentirte bien. Como si llevase allí toda la vida esperándote. Allí, en medio de un coqueto pueblo se alza el antiguo ayuntamiento, el Hotel de Ville, cuyo actual mandatario cambió de nombre por aquello de poner su nombre en valor. Un edificio que desprende señorío y saber estar, que se sabe importante. Un lugar donde se ha dado de comer a generaciones de afortunados clientes con recetarios que se repiten y adaptan desde hace varias décadas. Un lugar en el que todo es posible, donde los menús degustación y los postres vanguardistas comparten con naturalidad la sala con gueridones, prensas, cuchillos de trinchar y carros de postres.
Philippe Rochat sucedió en 1996 a Frédy Giradet, uno de los grandes mitos de la cocina mundial. Un suizo - aunque los franceses lo tomen como propio – que redefinió la alta cocina aligerándola aun más que sus predecesores de la nouvelle cuisine pero conservando la elegancia de la gran tradición francesa. Su Hotel de Ville estaba considerado a finales de los 80 y principios de los 90 como el mejor restaurante del mundo. Rochat, de indudable talento y otro de los mitos vivientes de la cocina actual, no sólo conservó esa tradición sino que la dotó de un carácter muy propio, más mediterráneo quizás. Más atención a los pescados y a las verduras, en consonancia con esa cocina ligera y emocional que predicaba su predecesor pero con la atención puesta en los sabores y en que nada se quede en el camino. Un acérrimo defensor del mejor producto – sea de donde sea, aquí no hay kilómetro 0 que valga, el mejor que se pueda encontrar – y dotado de una técnica depuradísima, muy difícl de encontrar en otros fogones. Además es un hombre correctísimo en el trato, cercano y humilde, con el que mantuve uno de los mayores diálogos de besugos que se hayan visto nunca en esa sala mientras ambos nos dábamos las gracias mutuamente. Sin duda yo era el único con motivos para estar agradecido.
La entrada en el Hotel de Ville es ciertamente desconcertante. Después de los obligados saludos y bienvenidas se encuentra uno con una sala relativamente pequeña y anclada en los mejores años de Monsieur Girardet. Las mesas no son muy grandes ni están muy espaciadas, las sillas no parecen muy cómodas, la moqueta parece recien salida de una película sobre la psicodelia y de las paredes cuelgan cuadros de arte contemporáneo algo estridentes. Y sin embargo en el ambiente flota ese aura de lugar especial y uno se va fijando en los detalles: en su vajilla de Limoges de diseño, en sus cubiertos de Cristophel, en sus copas Spiegelau y Riedl. El ambiente es distendido, como gustan los centroeuropeos. Una formalidad relajada.
Sentados ya a la mesa y con una copa de champagne en la mano, nos dispusimos a disfrutar. De las manos virtuosas de Rochat y su equipo aparecieron en nuestra mesa el delicadísimo “ying et yang” de verduras y caviar oscietra o los – sorprendentemente – fresquísimos y firmes salmonetes de roca – de las Azores – crujientes con aceitunas de Nyon y pulpa de tomate, un plato impecable, fresco y ligero que juega con los contrastes de temperatura. A partir de ahí y, siendo los anteriores dos platos sobresalientes, dos genialidades que elevaron aun más el listón: los mejillones de bouchot de Mount Saint-Michele con un caldo espumoso de anís estrellado, un plato tremendo con un caldo prodigioso, ligero y aromático, y la cigala crujiente – noruega, por si os lo estáis preguntado – con limón confitado y salicornias de la Bahía de Somme. Más allá de los apellidos, un plato sencillamente perfecto. Y así, plato tras plato, en un in crescendo llegamos hasta la pularda joven con una salsa cremosa de girolles y ceps, su jugo reducido y tubérculos. Grandioso. Contemplar al señor Villeneuve y a su ayudante trinchar el ave junto a la mesa y emplatar es un espectáculo en sí mismo. Probarlo es rozar el cielo. Terminamos, extasiados, con un carro de quesos pequeño pero fantástico: tremendo Emmental de 4 años, cremoso y bien afinado Brie de Meaux, el mejor Epoisses, Apenzeller, Gruyere viejo y otros cuantos suizos estupendos que no tuve la precaución de anotar.
Y cuando hablamos de cocina no podemos olvidar la importancia que se le otorga en estos países a la cocina dulce y a la panadería, el terreno de Cyril Maurel. Brillante su milhojas –literal – de sorbetes de frutos rojos de Borgoña con flores de lavanda cristalizadas y muy ligeros los cilindros de carpaccio de melocotón del Rousillon con un ligero sorbete de menta y pimienta verde. “Una cocina dulce no tan dulce”, como dicen ellos, con presentaciones muy cuidadas. Sumemos a todo esto hasta una docena de panes pequeños acompañados de una mantequilla salada adictiva, más otro cuarteto de piezas grandes que se presentan en una cesta enorme y se cortan a la vista del cliente para acompañar los quesos y una espléndida selección de petit fours.
La sala la dirige con maestría Louis Villeneuve. Creo que pocas veces he encontrado a un director de sala con tanta personalidad, a la altura del difunto Jean-Claude Vrinat y su eterno Taillevent o de Diego Masciaga en The Waterside Inn. Observar a Monsieur Villeneuve trinchar una pularda o cortar ¡dieciséis! lonchas – ocho por lado – de la pechuga de un pato asado es toda una experiencia. Un director de sala serio pero atento, hospitaliario y amable que no tuvo inconveniente alguno en ocuparse de nuestro menú – que incluía por capricho una pularda entera en dos servicios – acomodarlo a nuestro gusto y, encima, facturarlo como si fuese un menú normal y, además, invitarnos al café y a la copa. Inaudito. Un elegante anfitrión que tuvo a bien asignarnos a un camarero hispanoparlante a pesar de que no teníamos especiales problemas de comunicación, por pura cortesía. Un profesional que lleva veintisiete años dirigiendo un equipo impecable de más de veinte personas sin una sola voz, siempre pausado y atento.
La carta de vinos responde a lo que se espera de uno de los grandes restaurantes del mundo y, en contra de lo esperado, es posible navegarla sin caer en la bancarrota. Además, el joven sumiller es una persona accesible y con ganas de ayudar. Magnífica su recomendación de un blanco local, el Besse Ermitage Vielles Vignes 2005, un Marsanne prodigioso de la zona de Valais. Lástima que yo me empeñase – a pesar de sus reticencias – en probar un Bellard Corton-Perriéres 1996, muy elegante, pero que iba camino de abrirse para cuando estábamos terminando de comer. Extraordinario también el armagnac que eligió para nuestra sobremesa, un Domaine de Tariquet Folle Blanche 1990 y con el que terminamos una de las comidas más memorables que recuerdo.
Esto no es más que un cambio de testigo, que una sucesión en el mando de los fogones. El –gran Rochat sucedió al grandísimo Girardet. Y Benoit Violier (que será un grande) le sucede a él. Porque el Hotel de Ville es una institución que, sorprendentemente, trasciende a sus cocineros por muy grandes que estos hayan sido. Así debiera ser y así, afortunadamente, es. El día que esto se publica el Hotel de Ville cerrará sus puertas, pero únicamente para reabrirlas de nuevo el 14 de octubre. La maquinaria se pondrá de nuevo en marcha y una nueva generación de clientes tendrá el enorme privilegio de volver a sentarse en sus mesas.
No os voy a decir aquí que el Hotel de Ville es el mejor restaurante del mundo. Aunque así me lo pareciese – que no – hay demasiados factores, demasiados detalles que valorar. No es, desde luego, la mejor sala. Ni es, quizás, el mejor servicio. Tampoco tiene la mejor bodega. Podría ser una de las mejores cocinas aunque eso no es más que una cuestión de gustos personales. Pero para mí es el final de un camino, la meta, la cumbre de una forma de entender la gastronomía, el servicio y la hostelería con todo lo que ello comporta. Es el cénit de lo que yo espero de un restaurante y, en ese sentido, para mí desde del sábado 20 de Agosto de 2011 es el baremo que medirá a todos los demás.
Al hilo del presente artículo son muy interesantes dos de los mejores libros de cocina que se hayan editado nunca: “La Cocina de las Emociones” de F. Girardet (Everest, 2002) y “Flaveurs” de P. Rochat (Favre, 2003).
por Espeto, 29 de agosto del 2011
por Espeto, 29 de agosto del 2011
113 comentarios:
Pero esa es la gastronomía que se va, o eso nos dicen los gurús. La que llega es la de Redzepi, que ha organizado un Mad Camp -un congreso-. Pura exaltación verde.
vía El País.
Tengo la sensación de que Redzepi es más inteligente que Adrià. Y las va a matar callando.
Desagradable y torpe el artículo que ha escrito Sostres sobre DiverXO. No deja de ser curioso que hable de platos fallidos y no sepa explicar los porqués.
Y quien no sabe explicar algo, normalmente, es porque no lo ha entendido.
Y felicito a Numeritos por el blog. Excelente ejecución, como la de los platos que tuvo la suerte de catar.
Soberbio artículo, Don E. ¡y qué recuerdos! Coincido plenamente con usted en que EL HOTEL DE VILLE es EL RESTAURANTE por excelencia, más allá de detalles aislados y puntuales. Muchos lo superarán en sala, servicio, bodega, vajilla o hasta en cocina, sin duda. Pero como conjunto, representa la excelencia absoluta.
No dudo de que el sucesor de Rochat será un magníco cocinero (buenos son los suizos), pero debe usted felicitarse por haber llegado antes del relevo.
De los detalles que tuvieron con usted podrían tomar nota sus colegas españoles, y dejarse de tanto complejo y mimar un poco más a sus consistentes clientes, no sea que se les acabe la gallina de los huevos de oro.
Habla usted de THE WATERSIDE INN, otro establecimiento del mismo corte donde tuve la suerte de alojarme y cenar la noche siguiente a mi frustrante experiencia en THE FAT DUCK. La alegría del inefable Diego Masciaga frenta a un cliente que prefería su foie, su langosta y su pichón a las extavagancias (sic) del local vecino, se vió plasmada en innumerables detalles como los que cuenta.
Nos queda un largo camino por recorrer, aunque, tal vez, ya sea demasiado tarde...
Bibendum, colegas españoles andan bastante preocupados como Mourinho, preguntándose el porqué. Ya nada es como antes y el artículo de RGS sobre el declive de la cocina española no ha sentado bien.
Ayer lo hablaba con unos amigos, me gustan estos cocineros y restaurantes que "sólo" buscan dar de comer bien, sin estridencias, sin necesidad de portadas. Sólo dar de comer bien y hacer que el cliente se sienta feliz.
Desde luego tiene que ser un sitio muy especial. Ver al autor, que en uno o dos sitios buenos ha estado en los últimos año, tan entusiasmado con la experiencia, te obliga a empezar a ahorrar para conocer el Hotel de Ville.
Yo no sé si el modelo está o no agotado, Carlos, pero lo que si que tengo claro es que la capacidad de adaptación de los nuestros a la realidad del momento, es practicamente nula.
Los grandes parecen haber encontrado la panacea en el gastrobar o en la segunda marca alternativa, en la que se sigue olvidando que lo más importante es el cliente, al que se maltrata con unos precios muy por encima, pese a todo, de lo que se ofrece, y con un servicio que, en general, invita a no volver.
En un sitio como el descrito más arriba, a nuestro héroe se le invita al café y a la copa (que no sería un Armagnac cualquiera, por cierto)además de no cobrarle una pularda extra (nada menos).
Aquí nos cobran el pan y los chocolates que no pedimos y algunos menús degustación se cargan con un extra si alguien se quiere dar un capricho. Con mucha suerte, te invitan al segundo café.
Mientras tanto, en Madrid no hay sitio para Príncipe de Viana. ¿De quiésn es la culpa?
Y hablando de la decadencia de la alta cocina española, uno de los grandes, Fermi Puig, se desvincula del Majestic el 30 de septiembre. Por lo que parece abrirá un bistró. Será por bistrós en Barcelona.
Y mientras tanto...Adriá en China.
Bueno, por lo menos no es un gastrobar. Lo de Fermí Puig, digo.
Del post anterior, gracias a Carlos y Pedro por las advertencias sobre el Convento de Boadilla.
Del post actual, todavía no me lo he leído, pero parece que los suizos han empezado por fin a hacer algo distinto al reloj de cuco.
Del post anterior, también confirmar lo ya expuesto por Emiliano sobre los magníficos arroces de Casa Benigna, del cual no entiendo por qué no se habla más por estos lares.
Y por último, la semana pasada hice el primer doblete del viaje. Lo raro del caso es que fue en el mismo lugar.
Es que Casa Benigna le metió mucho. Y ahora cuesta volver. Claro.
Víctor de la Serna respondiendo a Sostres en Elmundovino.
Sigo con peticiones del oyente:
Lugares en Avila City para comer con niños.
No creo que salvo invitación mi empresa o un cliente pisase alguna vez el Drolma, pero acojona pensar que ya no hay en España mercado para restaurantes así. En su lugar, torreznos y macarrones de pollastre.
Buen post, Numeritos. Me ha parecido leer uno similar en el blog hermano, pero está mejor éste.
Coincido con Kalakahua.
Menuda birria de comentarios que ha escrito Espeto en Salsa de chiles sobre el Hotel de Ville. Nada que ver con el magnífico artículo que sobre el mismo asunto ha escrito Numeritos en este blog.
Canelones a trocho y mocho, Licenciado. Los segundos que se han enterado de la retirada de las amex de empresa son los restaurantes.
Holden, en Avila, en cualquier restaurante -y yo iría al Almacén-, van a tratar estupendamente a las niñas.
Y mientras tanto... en Perú, Adrià defiende el compromiso social de la cocina.
Ultimamente ando confundido, debe ser la secta esta de las 140 palabra. Vuelvo al blog, mas sereno y relajado y donde puedo seguir leyendo a Numeritos y oyendo cantar a Emiliano.
Asi que numeritos se transforma en Espeto en el blog de Salsa de Chiles? Alguna transformacion mas? No seran Basa y Kalakahua la misma persona?
Algun cambio en Piñera? Me ha parecido leer algun rumor.
Nada irreparable, Portal se ha ido.
Ah vale! No pasa nada, yo a Piñera voy fundamentalmente a beber, asi que mientras siga Mario todo bien.
Y porque se ha ido?
Adonde?
Y ahora quien cocina? Yerga?
Joder, Emiliano, que se nos ha hundido el Adriano III, el vaporcito de la Bahía. Ya lo decías tú: esta vida es una mierda.
Yo creo que en Piñera se come cojonudamente, Ainur. De hecho quiero pasarme a ver si tienen ya las pochas con tórtolas.
Del futuro de Portal sé que había alguna posibilidad de que se fuera a La Terraza del Casino, sin duda un sitio más acorde a sus inquietudes.
Aunque muchos de ustedes serán (o habrán sido) asiduos de Goizeko Wellington, me permitirán explicarles el disgusto que ayer me llevé en este restaurante.
Es posible que las altas expectativas que llevaba (era mi primera vez en este local del grupo y me habían hablado francamente bien) tuvieran que ver, pero me pareció un lugar muy caro para la calidad de la comida que nos dieron.
Todo empezó con una crema de calabacín con salpicón de verduras que me pareció correcta. De primer plato pedí gazpacho de centollo, con un sabor fortísimo que nada tenía que ver con el centollo, y que dado el paladar de gato que dios me ha regalado, no supe identificar. De segundo, dudaba entre txipirones encebollados o merluza a la bilbaina con sus pimientos rojos asados. Fuí a por este último; la merluza no estaba mala (aún cuando se me ocurren varios sitios donde la he probado bastante mejor), pero los pimientos eran malos de solemnidad, opinión con la que coincidió una de mis acompañantes. De postre la crema fría de mango y quenelle chantilly, me gustó, la verdad.
El servicio me pareció de serie Z. A los 30 segundos de servirnos la primera ronda de vinos (Roda para los que bebían tinto y El Transistor para los que le pegábamos al Verdejo), otra camarera a la que no habíamos visto hasta entonces quiso volver a rellenarnos las copas. Tuve que decirle amablemente que nos acababan de servir hacía menos de un minuto. El Maitre, a la pregunta de si el gazpacho llevaba pepino (también es verdad que vaya pregunta le hicieron...) respondió sonriente: "No se preocupe, no repite, se lo digo yo". Qué duro me resultó escuchar esto... El resto de camareros que pasaron por nuestra mesa (¡todos pasaron por nuestra mesa!) demasiado atolondrados, cercanos, y con una actitud que me recordaba (sobre todo de una de ellas) al lanzamiento de plato.
La cuenta, de la que afortunadamente no me tuve que hacer cargo, por lo visto ascendió a 90€/pax. Por esa cantidad ceno casi dos días en Sacha, que me voy tan pichi.
Quizás tuve un mal día. Y eso le pasa a cualquiera. Pero salimos de allí algo decepcionados.
Otra vez será.
Perdón, me actualizan que la cuenta se acerco más a los 100€/pax que a los 90€/pax.
Eso ya me encaja más. Me parecía a mí poco cuando lo escribía.
El servicio es lo que marca la diferencia en mi humilde opinión entre un restaurante donde se come muy bien y un gran restaurante.
Este verano, en Le Vieux Bordeaux, trataron de maravilla a mis dos enanos haciéndoles sentirse especiales. Emplatándoles separadamente con todas sus guarniciones el magret de pato que compartían sin cobrar ni un céntimo de más. Poniéndoles los mismos aperitivos que y petit fours que tenía nuestro menú. Haciéndoles bromas. Haciéndoles sentirse cómodos en un lugar que en principio les abrumaba.
Ayer mi hija de 6 años me volvió a preguntar si alguna otra vez podríamos ir a "ése restaurante donde todo estaba tan rico en Burdeos".
Que me dice Numeritos que está muy ocupado con el siguiente artículo y que os dé las gracias por las felicitaciones. A todos menos a Emiliano y a Kalakahua (pronunciado Kalakajúa en hawaiiano) que, por lo que se ve, se han ido a leerlo a otro lado. Pues estamos bien de audiencia como para esas cosas.
Yo en Drolma comí prácticamente sólo y me gustó la mitad de lo que me esperaba y la factura me pareció una pasada. Pero ver a un tío como Fermí Puig montando un gastrobar me duele en el alma.
Yo en Goizeko Wellington comí bien la última vez pero es cierto que el servicio tiene cierta tendencia a la confianza y que bajar de cien euros por barba está complicado.
Y, aunque no se van a librar ustedes de un comentario más largo, en plan teletipo les diré que en Dantxari se come de coña, que el Cheese Bar comme ci, comme ça, que me gustan las anchoas XL de Casa Santoña limpias, planchadas y almidonadas, que Adriana de Le Cabrera prepara un sazerac de pelotas, que me gustan casi más las croquetas y las verduras que los asados de Paco y que Kabuki Wellington tiene muy poco rivales en Europa (casi todos en Madrid, por cierto).
En el Cheese Bar tienen que apretar los dientes. El servicio es muy regulero.
A mí me parece un sitio chulo y que ya me gustaría tenerlo a mano. Dicho lo cual y, siendo un poco exigentes, una oferta de ciento y pico quesos creo que es insostenible. Los camareros no se enteran y los quesos andan a medias de afinaje (¿existe esta acepción en español?) y se sirven demasiado fríos. Además los vinos por copas son un chiste para la oferta de quesos que tienen.
Me parece muy complicado que puedan mantenerse pero se agradece el esfuerzo.
Cuatrocientas mil visitas, qué bárbaro.
Si ya es difícil mantener una tabla mediana de quesos a temperatura y sin oxidar en un restaurante, ni me imagino lo que puede ser allí. Lo de la afinación y el envejecimiento óptimo de los quesos es otra historia y tiene una resolución todavía más complicada.
Nos tiene usted que contar su visita a KW, numeritos.
A mí, lo del CHEESE BAR me parece el típico sitio de moda para gente poco exigente. Como dicen, su oferta es insostenible.
Bibendum.
Deseandito estoy de poder contar una visita a KW.
Felicidades para D. Liga y sus amigos por estas 400.000 visitas. Habrá que ir preparando algo gordo para celebrar las 500.000 visitas...
D. Espeto, ¿sólamente estuvo en esos restoranes en un fin de semana? Sus jefes de Hamburguesa Nostra se van a rebotar de lo lindo. Sospecharán que deja la furgoneta descuidada y que se dedica a tomar cañas -o cosas peores- en establecimientos cercanos.
Se sigue comiendo estupendamente en El Refugio, al que hacía un par de años que no iba. Excelentes los percebes (80 euros el Kg) y el salpicón de lubrigante. Peor el carpaccio de atún rojo, muy encharcado de salsa de soja. Y soberbia, como siempre, la lubina al horno. Gran carta de vinos con los precios muy ajustados. Bebimos un Guitián sobre lías 2009, a 19 euros.
Saludos.
En cambio, luces y sombras en el estrellado La Estación, en Cambre. Nula variación de la carta con respecto al año pasado. Flojos los entrantes: langostinos rebozados con mayonesa de soja (joder con la soja). Me gustaron? Sí. Los volvería a pedir? Non. Impresentable la ensalada de bogavante. Cuatro medallones de una cría con unas berzas encima. Bien es verdad y todo hay que decirlo que su precio era razonable: 18 euros. Pero... porque tenerla si el producto no es bueno?
Mucho mejor los segundos. El sanmartiño y el pichón irreprochables, tanto en cantidad como en calidad. Carta de vinos suficiente y ajustada de precios.
Sinceramente esperaba bastante más.
Ya, D. Meliton, es que me estoy haciendo viejo. Fijate que tuve que tirar de servicio de habitaciones una de las noches.
Il Trovatore, ójala existieran más sitios como El Refugio en Galicia. La cocina tradicional de cierta calidad, especialmente en las Rías Bajas, prácticamente ha desaparecido.
Y la situación en la cocina más moderna... en fin, no pasa por sus momentos más boyantes. La cosa está malita salvo alguna excepción.
Leo el último -y estupendo- artículo de Bellver sobre la Bretaña francesa, y me detengo con envidia en las mantequillas de Bordier.
Para un día que me pongo a ver la televisión me encuentro con una coas llamada Comer, Beber, Amar y casi me da algo...
Melitón: El que ha dejado la furgoneta descuidada ha sido Numeritos.
Un minuto de silencio por el Vaporcito del Puerto.
Interesante el artículo sobre las microcervecerías. que publica hoy El País. La cerveza me parece una bebida interesante y yo me estoy aficionando...
¿Cerveza? Habrá que probarla.
Vamos allá con una visita esporádica a Madrid y alrededores:
Empezando por una gran comida en DANTXARI, otro de esos comedores que deberíamos conservar como oro en paño. Muy buena mano en la cocina, producto notable, cariño y profesionalidad en el servicio – excelente jefe de sala – y precios razonables. En contra, una sala algo incómoda y una carta de vinos más bien conservadora, acomodada a los gustos de su clientela, aunque suficiente y correctamente preciada. Centrados en las recomendaciones de la casa probamos una rica lasaña fría de txangurro, unas estupendas zamburiñas con pisto, unos callos de altísimo nivel, unas buenas cocochas de merluza al pil pil con la ligazón algo desvaída y una tremenda cola de rape a la espalda. Para beber, un Alión 2005 con el que es difícil fallar. A mí me parece un sitio muy recomendable.
Continuando por el tremendo homenaje que nos dimos en KABUKI WELLINGTON. La sala me sigue gustando (a mí y a la cincuentena de clientes que la abarrotaban) y la barra me parece un espectáculo. Más de un año después de mi última visita lo he encontrado en plena forma. Bien aconsejados y puestos en manos de Ricardo Sanz, a quien pedimos que se centrase en sushis y sashimis, comenzamos un viaje por el mejor producto que se puede encontrar en la capital. Empezando por los sashimis: de moluscos (ostra, almeja, percebe y berberechos, terciados y muy sabrosos); ensalada de calamar con un caldo prodigioso de soja; ventresca de atún rojo con tuétano y huevo frito, un plato goloso que casi pide pan; sashimi de chicharro con tomate; excepcional sashimi de salmonte con su piel crujiente, y sashimi de calamar con fideos. Entre medias, un profundo potaje de garbanzos con calamar y algas. Y terminando con el sushi: nigiri de mero con tocino; nigiri de ventresca de atún con azúcar moreno; espectacúlar nigiri de espardeña a la llama; los inauditos y sorprendentes nigiris de verduras – berenjena blanca, berenjena, cebolleta – , de enorme calidad, que se cultivan en exclusiva para el restaurante; los nigiris clásicos de hamburguesa, de huevo de codorniz con trufa y de butterfish con trufa, y los nigiris más innovadores de ventresca de atún con tomate y café con leche – a modo de un desayuno – o el tostado con tartar de carne, fantástico. Para terminar, una estupenda tempura de ortiguillas y, de nuevo, de esas fantásticas verduritas. Un festival en toda regla.
Para completar la experiencia, gran carta de vinos y una buena sumiller, Silvia Gacía, que proviene de Piñera. En KW se bebe muy bien y no necesariamente muy caro si uno sabe buscar. Nosotros optamos por un buen champagne, el De Sousa Cuvée des Caudalies Grand Cru y un blanco del Rousillon que a mí me gusta mucho, el Domaine Gauby Blanc Vieilles Vignes 2007. Sinceramente, con lo comido y lo bebido, creo que 150 euros por cabeza (90 de los menús y 60 de bebidas con invitación a café y copa) es, más que razonable, barato. Y más teniendo en cuenta que es uno de los grandes japoneses – más o menos fusionados -, no ya de España, sino de Europa.
Los callos de Dantxari son cosa seria. Y va siendo tiempo de volver a Kabuki, especialmente si está Silvia.
Vaya bocartes que tenían ayer en el menú de La Renta en Madahonda, menudo nivel para un sitio tan poco ostentoso.
No se porqué me he acordado de ellos al visitar la web de las mantequillas que ha citado Carlos.
Empate hoy en el Naveira do Mar. Regular los camarones y muy regular el rape a la gallega. En el otro lado una muy buena empanada y el rodaballo.
El restaurante CHIRÓN de Valdemoro organiza el viernes día 16 una nueva actividad gastronómica. En este caso una jornada dedicada a las cervezas artesanales manchegas en la que los maestros cerveceros explicarán el proceso de elaboración de la cerveza, diferenciando la artesanal de la industrial. A continuación habrá un cóctel de 13 pinchos con la cerveza como ingrediente o pensados expresamente para acompañarlas.
El precio es de 33 euros más iva.
Reservas en el 91 895 69 74.
aloque
Gracias Carlos por lo de Avila.
¿Y el Molino de la Losa qué onda, buey?
Pues muy buena la crítica de Metrópoli a Paralelo 0, que parece una cosa rara desde el punto de vista gastronómico -mezcla rara, digo-, pero al parecer con buen resultado. Pasarémonos.
El Matoses este es a los blogs gastronómicos lo que el bedel del Ayuntamiento de Mijas a los funcionarios públicos. Está medio año de vacaciones.
Y encima el tío está poniéndose hasta las patas en D'Berto. Con lo interesante que es discutir sobre el km. 0, el nacionalismo, su sentido gastronómico y tal...
Matoses reflexiona (quizás el bedel del Ayto de Mijas también, pero no tengo el gusto).
Mi dieta verano'11 funciona de momento. Llevo cuatro días a plan y he debido perder 37 gramos. Tacita a tacita...
Está todo el mundo muy reflexivo últimamente. En algunos casos, da pánico leer los resultados.
Gastón Acurio pide política gastrónomica, lo que quiera que sea. ¿Quién podría ser el ministro de gastronomía en España?
¿Arola? Ministro de Gastronomía y Cultura, por ese orden.
Lo digo ahora que no nos lee. Matoses es en realidad un zampabollos. Todo eso de la intelectualidad gastronómica y tal lo escribe para tirarse el pisto a ver si le pagan los homenajes.
Yo tengo más candidatos, twitter está dando para bastante.
Yo a muchos de los candidatos dejé de seguirles por salud visual. Siempre apostando a caballo ganador...
Terminando Madrid en la sierra, concretamente en el ASADOR PACO, en Los Molinos, que sirvió de escenario a una pequeña celebración. Una terraza agradable para el verano donde pudimos comprobar que en la casa se trabaja con buena mano en la cocina y estupendo producto en el horno de leña. Rica ensalada de perdiz escabechada, con un aliño más que notable, estupendas vainas con jamón y unas tremendas croquetas. Después, muy buenos asados, mejor el lechazo que el cochinillo en mi opinión, acompañados de una buena ensalada. Lástima que la informalidad de algunos asistentes – entre los que me incluyo – retrasasen la hora de servicio y ambos viniesen un punto más hechos de lo deseable. Allí me paré yo pero me cuentan que los postres eran sólo aptos para gente golosa y muy poco gourmet.
Como tuvieron la generosidad de permitirnos llevar los vinos, aprovechamos para un pequeño homenaje: un par de champagnes, el Larmandier Bernier Brut Tradition y un gran Gaston Chiquet Brut Special Club 2002; un buen blanco, el Pierre Gaillard Saint-Joseph Blanc 2010, y un par de tintos, el Marcel Lapierre Morgon 2010 y un enorme Revello Barolo Giachini 1999. Los más valientes vimos recompensado nuestra paciencia con un espectacular Michel Gonet Cuvée Spéciale Prestige Vintage 1996.
Pues eso, que comimos y bebimos muy bien.
Y, para terminar me gustó sólo a medias el CHEESE BAR de Poncelet. La apuesta es valiente, el espacio está muy bien y la oferta de quesos es sobrecogedora. Pero por otro lado y, siendo un poco exigentes, ofertar ciento y pico quesos creo que es insostenible, los camareros no se enteran y los quesos andan a medias de afinaje (¿existe esta acepción en español?) y se sirven demasiado fríos. Además los vinos por copas son un chiste para la oferta de quesos que tienen. De lo que pude probar, sólo pasables el Robbiola, un Comté jovencito y el Ossau Irati. Algo mejor el St.Nectaire y muy bueno el Stichelton. Tampoco quiero que se malentienda: el sitio me parece estupendo y no me importaría en absoluto tenerlo cerca de casa pero creo que harían bien en limitar su oferta (según temporadas por ejemplo) y facilitar de algún modo su labor al servicio.
Paco Morales va a montar un chiringuito curioso. Una especie de restaurante móvil de cocina de vanguardia. La idea cuando menos es realmente innovadora.
vía El País.
Aquí al lado hicieron algo parecido:
www.letmebe.eu/restaurants/the-cube/
Don Melitón,
le gano, yo estoy en mi quinto día y me he quitado de encima 42 grs
Hoy Boyero pone a caldo, como ya es costumbre, la última de Almodóvar. Dice que a veces da risa donde debería dar miedo.
Algo parecido me paso este verano en QUIQUE DACOSTA. No quiero que suene demasiado duro, porque no fue, desde luego, una mala comida, pero estuvo por debajo de lo que creo que es esperable a esos niveles / precios. Y me da la sensación de que a veces, como a Boyero con Almodóvar, algunos detalles o algunos platos provocaron en mí sensaciones distintas (opuestas) a las que se pretendía. Por otro lado, creo firmemente que el que practica cocina de vanguardia se la tiene que jugar, y, obviamente, se arriesga a patinar. A veces deslumbras y a veces te la pegas.
Primer condicionante: las expectativas eran muy altas y ya sabemos que eso a menudo juega en contra. Segundo condicionante: los aperitivos. Poca cocina, productos muy desnudos, mucha hierba (¿en plan Noma?)… más de uno consiste o incluye hojas con sabor raro... Lo que a algunos seguro que les parece “una declaración de principios que abre tu mente para enfrentarte al menú” (o algo así) a nosotros nos resultó en algún momento un poco ridículo. Son numerosos (varios en la terraza, mientras eliges menú y alguno más en la mesa), la cosa se alarga y llega un momento en que piensas que a ver si empieza lo serio de una vez porque aquello empieza a parecer un poco tomadura de pelo. A partir de ahí, el menú, bien, pero no excepcional. Algún plato brillante (Arroz - Ceniza, los guisantes, la gamba – aunque aquí hubo disparidad de opiniones y, en todo caso, el bicho no era magnífico); otros quizá anticuados (cubalibre de foie), aunque asumo mi parte de culpa, ya que pedimos el menú corto con “gratest hits”; agunos bien si más (salmonete… cuánto salmonete en los menús). En fin, si sumamos que no llegó a deslumbrarnos, con el hecho de que los prolegómenos fueron excesivamente arriesgados/chorras (que cada uno elija), al final la sensación fue un poco agridulce. No estuvo mal, pero unos cuantos escalones por debajo de lo que creíamos que íbamos a disfrutar.
Además (seguimos sumando) la parafernalia con la que se viste la “experiencia” (cuadernito con "explicaciones" de la cocina que practican y papel y lápiz para anotar sensaciones) o esa sala tan “moderna” (mesas sin manteles, todo tan minimal… ¡a mi me gusta un poquito de lujo cuando pago una pasta!) contribuyen a acentuar cierta sensación de cáscara vacía. Ya digo que no es del todo así, que había grandes platos, que sé que muchos de estos aspectos son cuestiones menores, detalles, y, como siempre, todo es muy subjetivo, pero mi sensación final fue que se abusaba de los aspectos conceptuales / intelectuales en perjuicio de la cocina.
Buen comentario, Fartón.
Fartón, eso mismo, pero mucho peor explicado, lo he escuchado alguna que otra vez.
Bueno, es muy personal. Estoy seguro de que otros, con el mismo menú lo habrán flipado. Yo esperaba sorpresas, pero de otro tipo. Más técnica, quizá, más complejidad. En el cuadernillo se hablaba de cierta renuncia a los artificios técnicos para volver hacia una cocina de algún modo más tradicional, y más de la tierra, con mucha filosofía de km 0 y tal. Pero no llegué a encontrar claramente ni una cosa ni otra.
Espléndida cena anoche en Lafayette. Uno de esos sitios en los que la atmósfera es asolutamente personal y que está fuera de modas. El carpaccio de pulpo y sepia, los beberechos con crema de tubérculos -creo que patata y remolacha-, el rape con lentejas... Apenas hay bistrós franceses en Madrid, por suerte este es realmente bueno.
Fartón, a mi en una visita reciente me quedó una sensación parecida: mucho fu fu y poco ñaca ñaca.
Carlos, han renovado carta en Lafayette, ¿no?
Numeritos también explica muy bien lo que ha llegado a mis oídos...
Creo que sí, Fartón. Pero creo que ahora en otoño volverá a cambiar. Mi recomendación: encuentra un par de amigos y vete a comer un gigot, pidiéndoselo por adelantado.
No parece Quique Dacosta el tipo que mejor acepte las críticas en la gastronomía española. Y mira que en ese saco hay unos cuantos.
¿me habrá hecho caso Quique Dacosta y se habrá pasado por aquí?
Ka, sospecho que ni su community mgr., ni su actitud, son diferentes de las de Redzepi. Serán cosas de la vanguardia o de la clorofila.
La Bruja Avería 2010 está para ponerle un piso. Compren usías, si se fían de mí.
Te ha hecho caso.
Buenas noches.
Me presento, soy Quique Dacosta.
Aprovecho para agradecer los comentarios a todos los que han venido y así se expresan.
Estoy para lo que me quieran conocer.
Gracias por la información Kalakahua. Por que además no sabia que existía este blog, lo siento.
Muchas gracias.
Buenas noches.
Q
Gracias por aceptar la crítica, Quique.
Mira, ya sé de qué voy a escribir mañana. De la cocina de vanguardia española.
El Molino Real 2001 me ha parecido la leche, oiga.
MMF habla hoy de almóndigas. Discusión que ya mantuvimos con Pisto en su momento.
Sí me ha hecho caso, sí. Es un detalle que se agradece.
Pues me temo que yo voy a ser el que discrepe en el tema de Quique Dacosta. A mí sí me gustó mucho su cocina y la verdad es que me parece que tiene bastante sentido todo lo que hace. Es cierto que tiene una gran cantidad de elementos vegetales (no llega al extremo de Noma) pero desde luego, en mi opinión, los trata francamente bien y los resultados merecen la pena.
Tienen La Bruja Avería en Lavinia. Y en la barra de Viavélez.
Ángel, como decía más arriba, yo estoy seguro de que a otra gente le encantará Dacosta. Sobre todo, posiblemente, a gente con más recorrido en grandes restaurantes, más de vuelta de todo. Para un cliente medio, sin embargo, creo que cuesta que ese estilo de elaboraciones premeditadamente sencillas, desnudas, te encuentre la tecla del "gran disfrute", que es lo que esperas en un lugar como este.
Este mismo verano estuvimos en "El culler de pau", donde disfrutamos de lo lindo, y hablando con ellos tras la comida nos contaron que Quique Dacosta les había encantado.
Os leo de lo de Quique Dacosta, pero me veo una critica en un blog. Es larga la ppngo en dos veces.
1ºParte/
y dice esto:
REINVENCIÓN.
POR JLGGG.
Dos años hacia de mi última visita, y este es otro Dacosta. Los artistas atraviesan épocas, estilos, esto es lo que ha hecho con la cocina de esta temporada. Dando un giro bastante radical a su cocina. Ahora nos encontramos con una propuesta más minimal, en apariencia, (exigen dominio total y creatividad, imaginación).Tomando un protagonismo las plantas comestibles autóctonas (en los entrantes). Su universo es el mar y las plantas, Donde la sencillez y naturalidad del producto se realzan con la potenciación de los sabores (sacando el máximo sabor a los productos sencillos (guisantes). El recibimiento se realiza en la terraza (al aire libre o en un espacio cerrado, acristalado).Didier no explica de que se compone, solo hay dos opciones de menú: Universo Local y Sale el Sol. Tomamos el menú Universo Local. Compuesto de un mix de platos antiguos y nuevos. Sale el Sol es todo nuevo. Y te entregan una carpeta con un poco de historia y filosofía del restaurante, los menús y unas cuartillas. Raïm de pastor encurtido. Me gusta el encurtido, por lo tanto me gustó. Té frio de campari, achicoria e hibiscus. Fresco y rico Albahaca canela. Correcto, nada especial Kalonchoe y aceite. Bueno Stevia Rebaudiana. Hoja de planta que regula el azúcar. Original Aceite de avellana Huevas de kumquat. Me gusto, tanto texturas y sabores. Plato arriesgado. Caracol. Caracol con un caviar de la salsa en la cual se cuecen los caracoles. Sabrosísimo. Tortita nory Abren lo sentidos para lo que viene después. Esto lo acompañó con una manzanilla Gutiérrez Colosia, mi mujer, y yo con un palo cortado Maestro Sierra. Magnifico tanto una como el otro Ya dentro, en el restaurante, también encontramos novedades. Las mesas las han cambiado, son blancas y de un material fino, que las hacen muy limpias. Han suprimido los manteles. Quizá sea porque no hay vajilla como tal (hay muchas pizarras y piedras que hacen las veces de platos). La separación entre mesas buena. Nos ofrecieron cinco tipos de pan, que una vez elegidos te los cortan allí mismo. Y un aceite no recuerdo cual, que estaba rico. Continuamos con: Mesa de salazones.Bonito, maruca, corvina y pulpo. Muy buenos Papel de salvado de cereales. Sorprendente y sabroso. Cebolletas encurtidas. Esto no es ninguna novedad, aquí en Valencia, pues es un acompañamiento de toda la vida. Higo seco, liofilizado. Rompe con los sabores precedentes y limpia para los siguientes. Rompepiedra. Hoja de rompepiedra y lomo de caballa confitada. Sabor limpio de caballa, perfecta textura con el frescor picante de la hoja. Un picante intenso que sube por la nariz, y corto que lo hace llevadero. Cubalibre. El famoso y reconocido plato, que nunca me canso de probar. Fantástico. Bosque animado. Plato a base de setas en diferentes texturas con jugo de trufa, cremoso de parmesano, arena de tomillo, brotes de temporada. Precioso plato visual y natural con conjunción plena de sabores que realmente te trasportaba al bosque. Guisantes. Naturalidad, sencillez y ligereza. Una especie de sopa de guisantes con wasabi. Soberbio. Sabor elevado a la enésima potencia. Gamba de Denia. Varias formas de tomar gamba. En snack toda la piel; caldo de la cabeza, gamba asada con aceite y gamba simplemente cocida. Gamba, gamba y gamba. Exquisito. Suquet de algas y pan de algas. Otro plato natural (en su nueva línea) sabroso, finísimo y ligero. Salmonete. Cocido en papillote, está casi crudo y caliente y por encima una juliana de tirabeques con eucalipto. En línea con el resto de platos. Sabroso. Arroz Sénia. Arroz meloso de trufa negra y trompetas de la muerte, cenizas. Punto perfecto de cocción y sabrosísimo, con la temperatura adecuada. Realmente apreciabas los sabores individualmente y en conjunto. Soberbio. Postres: campo de cítricos. Tierra, sabayón de cítricos, tierra de menta y piel de naranja confitada. Bueno y ligero. Pizarras de chocolate. Muy bueno y nada pesado.
Y, en fin, Quique, ya que pasas por aquí y fui yo quien abrió el debate, disculpa si algo te ha disgustado, porque estoy seguro de que hay mucho trabajo detrás de lo que hacéis, y que la necesidad de renovarse y buscar caminos poco trillados en la alta cocina lleva a asumir riesgos que hacen más difícil acertarnos a todos. En mi caso, simplemente, lo que encontré no era, en conjunto, lo que esperaba.
Y me callo ya.
2º parte/ La carta de vinos es espectacular. Dos tomo, uno para tintos y otro para blancos y espumosos. Y cuenta con una magnifica representación de Jerez. El servicio del vino, simplemente perfecto, con J. A. Navarrete al frente. Las copas Riedel, apropiadas para cada vino. Elegimos un Jacques Selosse Substance Brut (degollado en Abril 2.007). Soberbio. No lo había probado todavía, y como todos vosotros lo recomendáis, no me pude resistir. Mi mujer no hace más que repetirme que compre para tener en casa. Yo le digo que mañana… Le hicimos una sugerencia al sumiller sobre tomar algo de jerez en los primeros platos, pareciéndole buena idea y nos aconsejo la bota de manzanilla Pasada nº 30 de Navazos. Solo decir que espectacular. El servicio de sala en estos restaurantes debe estar acorde al nivel de su cocina. Pues aquí se cumple a rajatabla. Un servicio profesional, atento y con la amabilidad, justa, no empalagosa. Todo un espectáculo el devenir del servicio, con una coordinación exacta. El tiempo entre platos perfecto. Todo ello comandado por Didier. Terminamos en la terraza con café Jamaica Blue Montain, buenísimo. Y una infusión Snow Green, té verde con almendra, vainilla, naranja y canela (según mi mujer muy bueno). Y caviar de chocolate de Paco Torreblanca. Acompañando el café me tome un Lagavulin 16 años y mi señora (le encanta el Armagnac) un Dartigalongue 1962 Bas Armagnac. Yo redondee con un Ramón Allones Specially Selected. Una jornada magnifica y para repetir. Como le dije a Didier nos hicieron sentir especiales en un sitio especial. Al caviar de chocolate y a una segunda infusión nos invitaron. El precio es solo del menú. Es la primera vez que puntúo diez en algo, pero realmente así me lo pareció.
Yo apostillo que Dacosta, lleva muchismo más tiempo que Noma y no creo que el vegetal de Denia y como lo desarrolla desde siempre Dacosta, tenga nada que ver con el Noma. Me parece injusto que no valoremos lo que tenemos aquí. Este cocinero desarrolla su cocina y tiene su restaurante en un lugar muy complejo. No es una capital Europea ni Denia es Copenhague, ni Miami, ni San Sebastian, ni Paris, ni Madris, ni Londres, donde hay público para una propuesta como esta, comprometida con su territorio, cultura y con la vanguardia española.
Estoy en Barcelona, malviviendo en un hotel para comerciales de ordeñadoras a la espera de recibir mañana las llaves de casa.
DOS PALILLOS BARCELONA
Tengo un único objetivo en mi vida a partir de ayer, que es consumar el ayuntamiento carnal con la guapa y confianzuda camarera italosuiza del Dos Palillos y, cuando llegue el momento postcoital de los abracitos, arrebatarle en una perversa maniobra de competencia desleal la receta de la salsa agridulce. La mejor salsa agridulce de la historia de la humanidad.
El resto, bien. La exigua japoburger (en realidad un tartare con bollito al vapor) es maravillosamente adictiva. La panceta cantonesa, golosa. El chiew bao de cerdo asado sufre por la presencia de una mostaza muy urticante. La carta de vinos bien también.
QUIMET I QUIMET
Creo que ya lo comenté con anterioridad. Comida indigesta y monotemática (ahumados y escabeches), pero extrañamente adictiva. Fantástica selección de espirituosos, especialmente rones y single-malts. La vajilla por desgracia no acompaña. Buenos yintonis.
Estoy en Barcelona, malviviendo en un hotel para comerciales de ordeñadoras a la espera de recibir mañana las llaves de casa.
DOS PALILLOS BARCELONA
Tengo un único objetivo en mi vida a partir de ayer, que es consumar el ayuntamiento carnal con la guapa y confianzuda camarera italosuiza del Dos Palillos y, cuando llegue el momento postcoital de los abracitos, arrebatarle en una perversa maniobra de competencia desleal la receta de la salsa agridulce. La mejor salsa agridulce de la historia de la humanidad.
El resto, bien. La exigua japoburger (en realidad un tartare con bollito al vapor) es maravillosamente adictiva. La panceta cantonesa, golosa. El chiew bao de cerdo asado sufre por la presencia de una mostaza muy urticante. La carta de vinos bien también.
QUIMET I QUIMET
Creo que ya lo comenté con anterioridad. Comida indigesta y monotemática (ahumados y escabeches), pero extrañamente adictiva. Fantástica selección de espirituosos, especialmente rones y single-malts. La vajilla por desgracia no acompaña. Buenos yintonis.
Fuiste más que correcto, Fartón. Y expresaste tu gusto.
Cada vez me cuesta más entender que haya gente que no acepte críticas respetuosas, especialmente en los sectores que están cara al público.
Licenciado,
Aunque desconozco hasta dónde alcanza su conocimiento de la ciudad condal, este año he tenido oportunidad de pasar varias semanas allí por trabajo y mi restaurante de cabecera fue, sin lugar a dudas, Can Pineda. Si no ha tenido oportunidad de ir, hágalo.
También son muy importantes los desayunos de Casa Pepe. Yo sólo conozco el local que está en el 22@, que era por donde yo me movía. Espectaculares desayunos y más que digna su carta para comer.
Monvínic, y aunque yo no tengo ni idea de vinos, es un lugar de visita inexcusable. Su bódega (para quien no lo sepa, es la foto de mi avatar) algo realmente increíble.
Le prestarán un iPad para que recorra la geografía vinícola y pueda elegir fácilmente el vino que más le provoque. Aquí tampoco cené mal.
Y aunque tuve el descuido de no visitar Dos Palillos (para su fortuna, ya que en ese caso la damisela se encontraría bajo mi guardia y custodia), Quimet y Quimet no respondió a las expectativas que me había hecho.
Y tantas cosas más que, a buen seguro, alguno de los ilustres colaboradores de este blog, podrán contarle mucho mejor que yo.
Au idò, y disfrute.
Monvinic es el único sitio de Barcelona por el que me cojo un avión.
Eso, para mí, ya son palabras mayores, Carlos.
Considero que Barcelona es una ciudad fantástica, con una gran oferta, nada que ver con la de Madrid, seguro, pero un lugar que no hay que perder de vista si se quiere tener una radiografía completo del panorama.
Y entiendo que eso es lo que todos intentamos, con mayor o menor fortuna.
Y "a más a más", como dirían (en castellano) lo catalo-parlantes, también encuentro que la raíz de todo está en la curiosidad (en este caso, por la de conocer nuevos restaurantes).
Si yo pudiera, cada semana estaría subido en un avión dirigiéndome a nuevos destinos, para conocer su gastronomía. Luego otra cosa será que me gusten unos más que otros. Pero seguro que ninguno me deja indiferente, y en cualquier lugar siempre hay un sitio donde se come bien, muy bien, o la hostia de bien...
Único restaurante, me refiero. La oferta en cantidad y calidad, a mí, me parece muy similar a Madrid, teniendo en cuenta que -eso sí- el tamaño de la ciudad es una tercera o cuarta parte.
No estoy seguro de haberme perdido parte de este debate, pero bueno. A mí en su día me gusto El Poblet, como era conocido hace un par de años. No me volvió loco, es cierto, y algún plato me pareció un tanto efectista pero, en líneas generales, comí muy bien.
Ahora bien, a mi el comentario de Farton me parece escrupulosamente respetuoso. Esto es así de sencillo: vas a un restaurante, comes, pagas y te convence o no te convence. Y como no se trata más que de una experiencia personal pues es perfectamente aceptable que no le haya gustado. Y al cocinero no le queda otra cosa que aceptarlo y punto.
La intervención de Dacosta no sé muy bien como tomármela. Quizás es cosa mía pero me parece percibir un tono que no me ha gustado demasiado. En cualquier caso, bienvenido. Aquí, a priori, estas entre amigos y clientes.
Y además está el contrapunto de Eugeni...
Al que por cierto, doy la bienvenida.
De Eugeni no he dicho nada porque me parece igual de aceptable que haya gente que le parezca genial. Aunque algunos gestores de imagen no terminen de entenderlo esto no es concurso de popularidad.
Ellos sabrán. La tercera estrella michelín no está en manos de este modesto blog.
Buenas noches , soy Yerga y os agradezco todos vuestros comentarios sobre mi cocina.Menos a Ka que osa decir que dejo duro el pulpo.
No sabía que existiese este blog ,aunque os leo mucho.
Gracias
Y.
Meditando sobre el tema a debate se da la curiosa circunstancia que hoy he comido en un sitio que avala totalmente mi teoría sobre la "proporción zen",tranquis , ahora la enuncio:
"el grado de degeneración de un restaurante es directamente proporcional a el grado de desarrollo de su diseño zen y/o minimalista"
Ejemplo de hoy , el Rocher en Cullera, estupendos arroces años ha, sobre todo el de pato y el de anguila.Según ha enlutado camareros, proponiendo cubiertos imposibles,vajillas asimétricas ,paredes con tablones ,suelos resbaladizos, piedrecitas blancas en las esquinas y juncos secos por doquier ha ido degenerando el arroz.
El arroz de hoy de verduras seco hasta decir basta, ¿el motivo?, ha inagurado la terraza zen, lo mas de lo mas.
Tengo grandes recuerdos de El Poblet donde siempre he comido muy, muy bien y me han atendido todavía mejor, como hace unos cuatro años que no he tenido ocasión de ir me da cierto miedo lo que me puedo encontrar.La inversión zen.....
D. Yerga, no se me comporte Vd. como un zen utrio. Hay cosas de la cosa finolis y enlutada que molan cacerola. Ahora no me acuerdo de ninguna, pero haberlas haylas.
Lagerun,
Las veces que he estado en Barcelona en mi vida adulta las cuento con los dedos de las manos. Unas seis o siete. La mitad de ellas fueron con 18 o 19 años: mochileo y bocata. La otra mitad son recientes y se limitan a visitas relámpago.
Me apunto ese Can Pineda para cuando me asiente.
Licenciat,
Can Pineda no le defraudará. Con total seguridad. Y si así fuera, me hago cargo.
Como dicen los mexicanos, "-al final de la línea"-Barcelona es una ciudad pelotuda-.
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