
Nuestro Concierge es una máquina. Justo cuando estábamos haciendo las maletas nos trae un telegrama que acababa de recibir. “Pospuesta reunión con Doolittle & Mackenzie hasta semana que viene. Disfruta NY. Firmado Javier Magoo de la Riva. V.P. Seguros Santa Lucía.“De poca madre. Un par más de días en NY. Nuestro Concierge se ofrece a cambiarnos las reservas de avión y buscarnos restaurantes para estos dos días caídos del cielo, que diría otro neoyorquino de pro: Ray Loriga. También nos ofrece otros servicios que, cortésmente, declinamos. Deshacemos nuestras maletas, pillo los vaqueros rotos de Abercrombie & Fitch y la camiseta negra de Armani, bien apretada, que se note la pasta que me dejo en el gym; me coloco las gafas de sol y salgo a la calle como si fuera Michael Madsen en Reservoir
Dogs, en dirección hacia Gimme coffee en el 228 de Mott St, cerca del SOHO. Si te quieres hacer el gracioso, al llegar al mostrador puedes decir “Gimme Coffee”. Tienen un contador con el numero de aspirantes a Ben Stiller a los que se les ha ocurrido lo mismo. Como nosotros somos tipos serios, pedimos un par de espressos y ojeamos el mostrador en busca de algún pastel o bollo con el que saciar el hambre matutina. Y pensar que a esta hora, si no hubiera sido por el telegrama recibido, ya me habría peleado con el taxista de turno, el azafato de Iberia que me quiere cobrar doscientos euros por exceso de equipaje por unos míseros trescientos gramos de más, con el idiota que me hace quitar los zapatos en el aeropuerto y con el gilipollas que me pregunta si el equipaje lo he hecho yo o el Concierge. Y sin embargo, aquí estoy, un sábado por la mañana en NY, tomando un café y leyendo ávidamente las páginas de deportes del NY Times. Me entero que Lebron ha fichado por los Knicks. Joer, por fin habrá baloncesto en la Gran Manzana en Mayo. Como nos pilla cerca y el clima acompaña, caminamos hacia el Bowery Museum en el 235 de la calle homónima, muy cerca del 315, donde se escribieron los primeros acordes del punk neoyorquino en el mítico CBGB. Aquí podemos disfrutar de alguna exposición fotográfica sobre los últimos días de Erich Honecker en la República Democrática Alemana, las revolucionarias tendencias artísticas del Grupo de los Seis y Medio o la actual exposición: “La Agonía y el Extasis: De Darfur al Spook Factory“. También podremos empaparnos del diseño del edificio y anotar las ideas que se nos ocurrirían para nuestra casa, en el hipotético caso de que nos tocara la lotería o por si sonara la flauta y en AIG les gusta el curriculum que les envié la semana pasada para el puesto de Director General de Bonos Abusivos. Tras la dosis cultural del día, nos dirigimos ahora hacia Union Square, en concreto hacia el Farmers Market que todos los sábados se asienta en esta preciosa plaza. Como somos gente previsora, nos cambiamos la camiseta de G.A. por una de Greenpeace. No estamos en San Francisco, pero aún así, merece la pena pasear entre los puestos regentados por los granjeros neo-hippies seguidores del Mesías Dan Barber, nombrado recientemente como una de las cien personas más influyentes del mundo y, sin lugar a dudas, como una de las diez más coñazo.
Tras empaparnos del ambiente campestre, granjero último modelo, nos encaminamos ahora hacia el lugar donde disfrutaremos de nuestro Brunch del fin de semana. Los sábados no hay Lunch, hay Brunch. Aquí debemos ejercer nuestro pragmatismo adquirido durante tantos años, el que utilizamos de 9 a 5 todos los días de nuestra vida. Es decir, probablemente el Brunch de Prune sea el mejor de todo Nueva York, pero como es imposible acceder a él, a no ser que te sepas de memoria todos los episodios de “The L Word” -yo los veo sin volumen- o estés dispuesto a esperar dos horas en la puerta de este minúsculo restaurante de culto, lo mejor es buscar una alternativa y acudir a Prune cualquier otro día. Y nuestra elección es Hundred acres en el 38 de MacDougal St, a un lado del Soho. Nuestro Concierge se había encargado de reservarnos una mesa a la 1:00 de la tarde. Teníamos miedo que no lo hiciera, tras haberle dicho que no, que mejor otro día a sus extrañas propuestas. Pero su profesionalidad prevaleció al desencanto. Dentro de lo posible, pedimos una mesa cercana a los ventanales que dan a la calle. El sitio estará a tope, por supuesto, y rechazaremos cualquier intento de sentarnos en el patio trasero, diseñado por la Srta. Peppis. Decadentes como somos, pediremos champagne mientras decidimos qué zamparnos. Podemos elegir unos potentes chilaquiles verdes o unos huevos escalfados con jalapeños. Todo estará muy bueno, seguro. Dejaremos que los efluvios del champagne se vayan apoderando de nosotros, antes de regresar a la calle. Nos encontramos de nuevo en el Soho y nos dirigiremos, vía Houston St, hacia Bleecker St en el Village, rebosante de gente como estará ahora. Podremos parar en alguna de las tienda de discos de vinilo y volver a comprar el “Too Much Too Soon” de los New York Dolls, que vendimos en el Rastro, en una fría mañana de Febrero de 1980. Decidimos caminar un poco, y lo hacemos por la 6 Avenida. Al pasar por la esquina de la Calle 16 nos encontramos con el Splash Bar, donde divisamos, saliendo de él, una figura alargada, con un asombroso parecido con un futbolista sueco del Barcelona. Nos dirigimos ahora hacia el hotel. Necesitamos cambiarnos y prepararnos para la doble sesión que nos espera. Hemos decidido separar el resto del día en dos visitas, dos lugares distintos, contradictorios como nosotros. Apuraremos hasta el último minuto.
Ante la dificultad en emular a Lola Flores y cambiarnos de atuendo para cada ocasión, decidimos tirar por la calle de en medio. Vamos primero a un lugar “uber” informal y luego a una especie de chino para chinos, pero sin pasarse. Por lo tanto, escogemos nuestro vestuario de manera que no nos vean demasiado pijos en el primer lugar, ni demasiado turistas en el segundo. Nos dirigimos, a eso de las 6 de la tarde, hacia Terroir (413 East en la Calle 12). No sé si es el mejor Wine Bar de Nueva York, pero es el que más nos gusta. Esta gente sí que está loca. La selección de vinos en copas y en botellas es impresionante. El diseño de la carta de vinos parece sacado del “Never Mind the Bullocks” de los Sex Pistols. Nos moderaremos, hasta cierto punto, en la ingesta alcohólica. No nos olvidemos que todavía tenemos que cenar. Si nos dejamos llevar por nuestros impulsos, y la pasión de nuestros camareros, podemos salir cinco horas después, en un estado muy perjudicial. Hoy vamos a cenar en un chino. Difícil elección ésta. Descartamos los chinos para chinos radicales. Podríamos, también, haber elegido la espectacularidad y pomposidad de Mr Chow o Chin Chin, que ya deja ver el paso del tiempo o, quizás, Shun Lee Palace o Tse Yang, o el uber trendy Buddakan, pero no, nosotros nos decantamos con Szechuan Gourmet (21 West 39th Street) donde nos pondremos morados a dumplings, noodles y stir fries. Aquí no encontraremos el lujo que en el resto de restaurantes que acabamos de mencionar, pero sí la calidad que echaríamos de menos en ellos.
Y como todavía tenemos ganas de marcha, decidimos terminar el día en DBA, si queremos ajetreo y un ambiente canalla, mientras nos metemos entre pecho y espalda un par de pintas de cerveza de Pensilvania o, si queremos algo más tranquilo y refinado, tipo Martinis o Gin & Tonics podemos elegir entre Pegu Clu (77 West Houston 2º Piso), el Summit Bar (133 Avenue C.) o incluso Madam Geneva (4 Bleeker St, aunque la entrada es por el
Restaurante Double Crown en Bowery). Si lo nuestro son las alturas, la elección es fácil: el Roof Top Bar del Hotel Strand (33 West en la Calle 37), donde no necesitas ser amigo de Robert de Niro para entrar y las vistas, en todos los sentidos de la palabra, son espectaculares. De regreso al hotel, por Dios, que no esté de guardia el Concierge. Me olvidé comprar los DVDs que me había encargado si pasaba por el Lower East Side: "When Harry ate Sally" y "Riding Miss Daisy". Mecachis.





Nota del Traductor: si alguien les dice alguna vez que en este blog se toca de oído, no vayan a negarlo, pues les aseguro que el autor no ha puesto jamás los píes en la mayoría de los sitios mencionados en este artículo.

